viernes, 28 de febrero de 2014

El Papa Francisco y la FSSPX: una oportunidad

Un colaborador del National Catholic Register (EWTN), una web emblemática del neoconservadurismo eclesial norteamericano, opinó a favor de regularizar la situación canónica de la FSSPX. A los pocos minutos el artículo desapareció de la página. Ofrecemos hoy nuestra revisión de la traducción del artículo desaparecido.

El Papa Francisco y la FSSPX: una oportunidad.
Por PATRICK ARCHBOLD
A estas alturas, muchos de ustedes probablemente han visto el video de Tony Palmer, la semana pasada, que fue muy emocionante para muchos.
En una conferencia de protestantes, Tony Palmer, un sacerdote anglicano, trajo consigo un video de iPhone con el saludo del Papa Francisco. El tema de la conferencia y de la grabación del Papa era la unidad de los cristianos.
En su discurso, el Papa Francisco hizo las siguientes declaraciones a los hermanos separados, con respecto a la separación misma: "Separados porque, es el pecado el que nos ha separado, todos nuestros pecados. Los malentendidos a lo largo de la historia. Ha sido un largo camino de pecados que todos compartimos. ¿Quién tiene la culpa? Todos compartimos la culpa. Todos hemos pecado. Sólo hay uno sin culpa, el Señor".
Sin duda, es así. Independientemente de la verdad de la doctrina católica, la Iglesia ha aceptado su parte de culpa en los malos entendidos, que se han ido profundizando y endureciendo, lo que lleva a siglos de separación.
Cuando me enteré de esto, algo más, escrito por el predecesor del Papa Francisco, vino inmediatamente a mi mente. En 2007, junto con la emisión del Motu proprio Summorum Pontificum, el Papa Benedicto XVI envió una carta dando sus razones. En esa carta, hizo la siguiente declaración:
«…Mirando al pasado, a las divisiones que a lo largo de los siglos han desgarrado el Cuerpo de Cristo, se tiene continuamente la impresión de que en momentos críticos en los que la división estaba naciendo, no se ha hecho lo suficiente por parte de los responsables de la Iglesia para conservar o conquistar la reconciliación y la unidad; se tiene la impresión de que las omisiones de la Iglesia han tenido su parte de culpa en el hecho de que estas divisiones hayan podido consolidarse. Esta mirada al pasado nos impone hoy una obligación: hacer todos los esfuerzos para que a todos aquellos que tienen verdaderamente el deseo de la unidad se les haga posible permanecer en esta unidad o reencontrarla de nuevo. Me viene a la mente una frase de la segunda carta a los Corintios donde Pablo escribe: “Corintios, os hemos hablado con toda franqueza; nuestro corazón se ha abierto de par en par. No está cerrado nuestro corazón para vosotros; los vuestros sí que lo están para nosotros. Correspondednos;... abríos también vosotros” (2 Cor 6,11-13). Pablo lo dice ciertamente en otro contexto, pero su invitación puede y debe tocarnos a nosotros, justamente en este tema. Abramos generosamente nuestro corazón y dejemos entrar todo a lo que la fe misma ofrece espacio.”»
Se me ocurre que esto puede ser uno de esos momentos críticos de la historia a los que Su Santidad se refiere.
Con la ruptura de las conversaciones entre la Santa Sede y la Fraternidad San Pío X, al final del pontificado anterior, el ánimo del público durante este primer año del actual pontificado, y otros acontecimientos internos, los católicos tradicionales, tanto dentro como fuera de la Iglesia, se han sentido cada vez más marginados. Sea verdadero o falso, lo digo sin temor a la contradicción, se trata de un sentimiento predominante.
Esta percepción de la marginación se ha manifestado en la retórica cada vez más estridente y en una franca falta de respeto por parte de algunos tradicionalistas y sus líderes.
Tengo la gran preocupación de que, sin toda la generosidad que permite la fe a los líderes de la Iglesia, esta separación, esta herida en la Iglesia, se convierta en permanente. De hecho, sin tal generosidad, es lo que cabe esperar. Con tal separación permanente, y con tal sentimiento de marginación, probablemente se separarán más almas que las que hoy están asociadas a la FSSPX.
También he llegado a creer que el Papa  Francisco es exactamente el Papa que puede hacerlo. En su discurso a los evangélicos deja en claro una preocupación real por la unión.
Por esto, he aquí lo que estoy pidiendo. Pido al Papa que aplique esa gran generosidad hacia la Fraternidad San Pío X, y que normalice las relaciones y su posición dentro de la Iglesia. Le pido al Papa que haga esto incluso sin el acuerdo total sobre el Concilio Vaticano II. Cualesquiera que sean sus desacuerdos, sin duda esto se puede resolver en el tiempo con una FSSPX firmemente implantada en la Iglesia. Creo que la Iglesia tiene que ser más generosa respecto de la unión, [y no] insistir en una adhesión dogmática a la interpretación de un Concilio no-dogmático. Los problemas son reales, pero tienen que ser resueltos con nuestros hermanos en casa y no con la puerta cerrada.
Además, el compromiso del Papa Francisco para con los objetivos del Concilio Vaticano II es incuestionable. De manera tal que nadie podría interpretar su generosidad como un rechazo del Concilio. ¿Cómo podría ser? Porque quizás podría no haberse percibido así en el anterior pontificado; pero hoy el Papa Francisco es justamente el adecuado para este momento magnánimo.
Yo creo que esta generosidad está justificada y es la práctica habitual en la Iglesia. No insistimos a las órdenes religiosas que puedan haberse desviado aún más lejos, en otra dirección, para que firmen una copia de la Pascendi Dominici Gregis antes de que puedan ser llamadas católicas de nuevo. Así que, por favor, no nos hagan insistir más en un corolario aplicable a la FSSPX. ¿Debemos insistir más con un grupo que ha permanecido impasible desde hace cincuenta años? Ruego que no.
Denles status canónico y una estructura organizativa que los proteja. Tráiganlos a casa, por su bien y el de innumerables almas. Sinceramente, creo que tal generosidad será pagada siete veces. El Papa Benedicto XVI ha hecho mucho del trabajo pesado ya, todo lo que se requiere es un poco más.
Por favor, Santo Padre, no dejemos pasar este momento y que esta brecha se convierta en un abismo. Haga esta oferta generosa y salve a la Iglesia de una nueva división. Haga esto para que ninguno de sus sucesores pueda alguna vez decir: "¡Ojalá hubiéramos hecho más."

Antisemitismo

La Enciclopedia Cattolica* es una obra de referencia publicada en la ciudad del Vaticano durante el pontificado de Pío XII. Sus contenidos constituyen por lo general una muestra paradigmática de los planteamientos de la denominada Escuela Romana de Teología. La consulta de esta obra siempre será de utilidad para quien desee hacerse una idea del estado de alguna cuestión teológica anterior Vaticano II. Reproducimos ahora una traducción de la voz antisemitismo realizada por un amigo de nuestra bitácora.
ANTISEMITISMO: Aversión al pueblo judío, que se verificó en tiempos antiguos y modernos, basada sobre motivos sociales más que religiosos. El término es muy impropio (debería decirse antijudaísmo) porque los hebreos son tradicionalmente odiados en su mayoría por otro pueblo semítico moderno: los árabes. Fue acuñado por W. Marr en 1880 y se difundió en Alemania y Austria sobre la base de la antítesis étnico-social. Hoy significa la hostilidad a los hebreos por cualquier motivo.
En el mundo cristiano. Los cristianos por el precepto de la caridad, no tuvieron ningún prejuicio hacia los hebreos como nación o raza. Después del Calvario, el odio judío contra los cristianos era muy activo. Tertuliano llama a la sinagoga “fontes persecutionem”. (…) Las leyes restrictivas de Teodosio II y de Justiniano (De iudaeis et coelicolis) quedaron en vigor en las naciones cristianas hasta los tiempos modernos. 
En el medioevo, como siempre, la Iglesia, custodiando los principios morales y religiosos, protegía abiertamente a los hebreos contra las persecuciones, pero prohibía que ejercitaran influjo en la sociedad cristiana. “Ha impedido, cuanto pudo, tanto que se usara violencia contra ellos como que se confiara en ellos” (M. Landrieux, p.86). El III Concilio de Toledo les prohibió todo cargo público y la posesión de esclavos cristianos, decretando la confiscación de bienes para los convertidos que volvieran al judaísmo. El IV Concilio de Toledo presidido por San Isidoro, confirmó esto, pero criticó al rey Sisebuto que forzaba a los judíos a hacerse cristianos. (…)
El Derecho Canónico prohibía (Decretales de Gregorio IX) que los hebreos ejercitaran cargos públicos oficiales, que tuvieran siervos cristianos, que construyeran nuevas sinagogas, e imponía a ellos llevar un vestido especial. Pero prescribía “Principes seaculares excommunicari debent, qui Iudaeos baptizatos suis bonis spoliare praesumunt” y “Iudaei inviti non sunt baptizandi, nec ad hoc cogendi, vel in suis festivitatibus molestandi, nec ipsorum coemeteria violanda”. (...)
Desde el siglo XII se va agravando progresivamente la legislación antijudía. Pero el papado fue en general un poder moderador. Nicolas V (1447), condena las acusaciones antijudaicas en España. Paulo III (1540) las de Hungría, Bohemia y Polonia. Inocencio III (Licet perfidia iudaeorum) recomienda reprimir su insolencia pero prohíbe acosarlos por ser judíos. (…)
Antisemitismos y moral católica. El antisemitismo en cuanto implica odio y/o fomenta la violencia es contrario a la moral cristiana y comporta graves peligros para le fe (errores de desigualdad de razas, desprecio del Antiguo Testamento, etc.). La iglesia condena “odium nempe illud, quod vulgo ´antisemitismi´ nomine nunc significari solet” (Santo Oficio 25/3/1928). Religión del amor el cristianismo prohíbe que se dañe o ataque a cualquier hombre, aun como respuesta a una ofensa.
Mucho menos se autoriza que se persiga en bloque a un pueblo o una raza, porque de esa manera se viola, no solo la caridad sino también la justicia debida a muchísimos inocentes. La masa, como tal, no puede jamás juzgarse responsable. El respeto absoluto de toda persona humana, sagrada e inviolable, esta a la base de la convivencia social e internacional. La justicia y la caridad no excluyen la prudente y moderada defensa. No es antisemitismo hablar de los defectos y peligros del judaísmo. Pero quien retiene que los hebreos están a la cabeza de la masonería y del bolchevismo no puede, sin gran injusticia, acusar a todos. Quien condena un sistema o una organización no puede odiar a las personas que forman parte. Se puede también notar que “en línea de hecho los hebreos en el mundo de hoy, tienen un poder excesivo”. Pero el católico no puede por motivo de sangre o raza, negar la relación con los hebreos regenerados por el Bautismo, sino que los debe abrazar fraternalmente. En cuanto a los otros, no puede haber defensa moral o religiosa sino sobre la base de comprensión y amor. Sólo sobre estas bases, excluyendo todo odio por las personas, es lícito un antisemitismo en el campo de las ideas para proteger el patrimonio religioso moral y social de la cristiandad. Tal es la respuesta de Santo Tomás “Ninguna hostilidad, sino medidas defensivas, libertad para los hebreos pero protección para los cristianos”.
La Iglesia Católica, aún imponiendo el respeto de los hebreos, para prevenir peligros y malos entendidos recomienda a los cristianos no salir de su milenaria tradición de cautela: “sea en el dominio de la fe, sea en el dominio de la vida interior, la diferencia entre las dos religiones son tales que no hay lugar para compenetración recíproca”. El Santo Oficio condenó la asociación “Amigos de Israel” porque esta “rationem agendi inivisse ac loquendi a sensu Ecclesiae, a mente SS. Patrum et ab ipsa sacra Liturgia abhorrentem”. Los hebreos más objetivos justifican esta posición de los católicos, que no tiene nada en común con el despreciativo “antisemitismo de sociedad” difundido desde Polonia hasta los Estados Unidos que tiende a excluir al hebreo, convertido o no, de las escuelas superiores, ciertos clubes o administraciones.
Es de anhelar que el odio antisemita desaparezca, pero es de temerse que permanecerá latente o impetuoso, hasta que se solucione la “cuestión hebraica”. La solución deberá venir del triunfo de la hermandad cristiana en el mundo por la cual se evite de perseguir o humillar a los hebreos, esperando su conversión. En cuanto al pasado sería necesario olvidar los mutuos errores, “las recíprocas recriminaciones deberían ya cesar, porque son estas las que hacen difícil la comprensión. Necesitamos que las manos se encuentren y se encuentren también los corazones, porque el tiempo de la tribulación todavía no terminó”. (Kalman Molnar a los hebreos convertidos). 
Los principios de violencia, de todas formas que se los intente justificar, son anticristianos. El católico debe buscar que los hebreos se conviertan y vivan. Existen en el mundo de hoy muchos problemas, no menos vitales concernientes a pueblos mucho más numerosos; pero la “cuestión judía” es quizás la más grave, por la importancia de esos 17 millones de hombres que están implicados. Es la que más se presta a confusiones y abusos. “Como en los tiempos pasados, el eterno problema que se llama cuestión hebraica agita también hoy a los hombres. Esto permanece sin solución como la cuadratura del círculo, con la diferencia que continua a ser hasta hoy el más ardiente problema entre los problemas del día.” (L. Pinsker). Querer liquidarlo mediante el uso de la fuerza es una locura, además de ser una empresa delictiva.
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* Paschini (a cura di), Enciclopedia Cattolica. Ente per l'Enciclopedia Cattolica e per il Libro Cattolico, Città del Vaticano, 12 vol., 1948-1954.

lunes, 24 de febrero de 2014

Reforma de lo reformable y continuidad


I. En general, reformar es volver a formar, rehacer, modificar algo, con la intención de mejorarlo. En la Iglesia hay doctrinas que son en sí mismas irreformables o definitivas. El Magisterio extraordinario, pontificio o conciliar, y el Magisterio Ordinario y Universal, además de infalibles, contienen enseñanzas definitivas y no reformables. Esto quiere decir que no es posible modificarlas de manera intrínseca y substancial, alterando contradictoriamente su sentido, aunque sea posible una evolución extrínseca, homogénea, y nuevas formulaciones perfectivas. Admitir una reforma substancial de doctrinas definitivas sería destructivo para el dogma y revelaría en una concepción historicista de la verdad. Así, por ejemplo, la Iglesia enseña que la idolatría es un acto intrínsecamente malo; que está prohibido siempre por Dios y que ninguna circunstancia puede justificarlo. No es admisible, por tanto, reformar la enseñanza al punto de afirmar una doctrina de sentido opuesto, como sería, por ejemplo: la idolatría es un acto intrínsecamente bueno.
Pero también existe en la Iglesia un ámbito de lo reformable, dentro del cual cabe la posibilidad de un cambio substancial. Dos capítulos merecen especial mención:
1. Disciplina eclesiástica. Este ámbito no ofrece mayores dificultades y es fácil comprender que las disposiciones meramente disciplinarias de la Iglesia admiten mutación substancial con el paso del tiempo. Ejemplos: una conducta, como la de consagrar obispos sin mandato pontificio, puede ser lícita en una época determinada y luego ser castigada como un delito en otra; un libro puede ser incluido en el Index por un Papa, y por efecto de una reconsideración del caso, el mismo u otro pontífice, puede dejar sin efecto la prohibición; una fiesta litúrgica puede ser obligatoria y de precepto, y luego dejar de serlo, etc. Los ejemplos podrían multiplicarse. En todos, la posibilidad de un cambio substancial es clara, aunque siempre dentro de ciertos límites fijados por el derecho divino.
2. Aplicaciones de la doctrina. Existen principios universales no reformables, definitivos, que no pueden cambiar substancialmente, que el Magisterio enseña de modo constante. Pero también el Magisterio puede hacer aplicación de esos principios a diversas circunstancias culturales, que son mutables en función las circunstancias. Estas aplicaciones concretas son fruto de un silogismo. La premisa mayor del silogismo es un principio general. La menor se deriva elementos no propiamente doctrinales, de naturaleza circunstancial. La conclusión puede variar en función de la premisa menor. Veamos un ejemplo en el ámbito de la moral:
Premisa mayor: la idolatría es un acto intrínsecamente malo.
Premisa menor: estos gestos concretos son actos de idolatría.
Conclusión: luego, estos gestos son intrínsecamente malos.
La conclusión del silogismo es un juicio moral particular que puede cambiar, incluso contradictoriamente, sin afectar la inmutabilidad del principio expresado en la premisa mayor. Veamos un caso paradigmático: el de los denominados ritos chinos.
II. Los ritos chinos: condena y rehabilitación. Se llama ritos chinos a un variado conjunto de ceremonias tradicionales consideradas actos de idolatría, superstición o abusos litúrgicos. Pertenecían a la estructura de la sociedad china y estaban orientadas a honorar a Confucio, a los muertos y los genios de la ciudad. Los ritos procuraban que cada familia conservara la representación de sus muertos, delante de los cuales todos se inclinaban, ofrecían incienso, perfume y encendían velas, etc.
Estos ritos suscitaron una célebre controversia. La raíz de esta puede encontrarse en el diverso método de evangelización seguido por los misioneros. Los jesuitas querían seguir su propio método apostólico basado en la adaptación misionera, que tendía a aprovechar cuanto hubiera de aprovechable en los pueblos de misión, y que podría quedar condensado en esta doble función: adaptar lo nuestro a lo suyo, y adoptar lo suyo en lo nuestro, siempre que pudiera ser integrado en el cristianismo. Pero no faltaron, dentro y fuera de la Compañía de Jesús, impugnadores de este método aplicado en China.
En 1631 llegaron al país asiático los primeros dominicos y poco después los franciscanos y otros misioneros que, en general, no aprobaban los métodos de los jesuitas. Las cosas se agravaron cuando en 1641 se expulsó de China a todos los misioneros, menos a los jesuitas; el dominico expulsado Juan B. Morales acudió a Roma y denunció los ritos chinos promovidos por los jesuitas como idolátricos, por lo que la Congregación de Propaganda Fide los condenó en 1645. Los jesuitas recurrieron y así comenzó una interminable polémica, entre defensores y adversarios de los ritos chinos, que terminó un siglo después con Benedicto XIV. La historia de la condena a los ritos chinos es rica en antecedentes. En diferentes ocasiones los papas los reprobaron: Inocencio X (1645) prohibió el uso de estas prácticas; Clemente XI (1704, 1710, y con la Constitución Ex illa die de 1715) los prohibió insistentemente y exigió de los misioneros un juramento de obediencia a la constitución de condena; hasta que por fin el papa Benedicto XIV, con su bula Ex qua die del 11 febrero de 1742, zanjó definitivamente la cuestión condenando los llamados ritos chinos e impuso a los misioneros un juramento categórico de fidelidad. En esta bula pueden leerse frases y acusaciones muy duras contra los jesuitas, a los que se tacha de desobedientes y capciosos. El papa Pío XII abrió, entre 1935 y 1939, el debate sobre la licitud de aquellos ritos y, el 8 diciembre de 1939, declaró oficialmente la licitud de los mismos, posición que selló con la Encíclica Summi Pontificatus (v. n. 35), comenzando por los ritos para la Manchuria, Japón, China y, en 1940, permitió los ritos de la India y anuló el juramento impuesto por Benedicto XIV.
Cabe destacar la cantidad de documentos condenatorios, el juramento de obediencia, las duras expresiones pontificias y la vigencia por casi tres siglos de las condenas a estos ritos. Con todo, notemos las palabras del decreto de 8 dic. 1939, redactado por la Congregación de Propaganda Fide: “Es ya conocido cómo en las regiones de Oriente, algunas ceremonias, ligadas quizá antes a ritos gentiles, en la actualidad, por el cambio secular de las costumbres y de los ánimos, conservan un sentido civil tan sólo, de piedad para con los antepasados, de amor a la patria, o de cortesía para con los demás». El decreto se había hecho después de una consulta a la República china que afirmó que los ritos no tenían significado religioso.
Estamos ante un juicio moral particular que ha cambiado instrínsecamente, sin afectar la inmutabilidad del principio expresado en la premisa mayor del silogismo. La mutación se da en la premisa menor, condicionada por elementos variables en el tiempo (“en la actualidad”, diferente de “antes”), debida a nuevas circunstancias temporales (“cambio secular de las costumbres”), que alteran el significado de los ritos e impiden considerarlos como ceremonias idolátricas o supersticiosas.
III. Actitudes ante la reforma de lo reformable. Cuando se produce una alteración de la disciplina o de las aplicaciones concretas de la doctrina católica es posible una actitud motivada en el prejuicio cronolátrico, que describiera con acierto Maritain en su libro “El campesino del Garona”. Una de las formas de este prejuicio es el hodiernismo (el culto al hoy, hodie): se basa en la convicción a priori de que “cualquier tiempo pasado fue peor”. El progreso sólo es posible en la medida en que se abandona el pasado, malo por definición, y se repudian las tradiciones. La norma suprema del hodiernismo es “estar al día”, porque lo bueno es “lo actual”. Y lo malo, es “lo pasado”, que por el mero hecho de serlo debe ser considerado como “ya superado”. Otra de las formas que puede asumir el prejuicio cronolátrico es el preterismo (el culto al pasado, praeteritus) que es una actitud formalmente idéntica, en la que cambia el objeto material, basada también en una convicción a priori: “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Para el preterismo poco importa que lo nuevo implique un verdadero progreso, un positivo enriquecimiento; se lo rechaza por no ser idéntico a lo precedente.
Ambas actitudes son erróneas porque implican una suerte de fijismo que cristaliza lo que por naturaleza es contingente y mutable. A veces, la disciplina eclesiástica o el Magisterio han reforzado -tal vez sin quererlo- estas actitudes fijistas. Así ha ocurrido cuando, por ejemplo, para consolidar una reforma se ha prohibido toda clase de discusión y crítica sobre ella. O bien cuando no se ha tratado de dar suficientes explicaciones sobre la naturaleza del cambio y los motivos que lo justifican.
La actitud que se pide a los católicos respecto de la disciplina y de las enseñanzas conjugadas con elementos contingentes es una “…voluntad de asentimiento leal” (n.24) que no es incompatible con el pedido de explicaciones e incluso con la sana crítica. Porque existe un derecho de “…los fieles, en relación con sus Pastores, a manifestarles sus necesidades y sus deseos (c.212 § 2). A este derecho (Christifidelibus integrum est) corresponde el deber de la jerarquía de escuchar y prestar la debida atención a las peticiones, necesidades y deseos de los fieles que les están encomendados. Se trata de una consecuencia y derivación lógica de su misión servicial (LG 32 y 37). La realización práctica de este derecho y deber deberá establecerse con normas concretas y prácticas, acomodadas a personas, tiempos y lugares. Pero no puede quedar en mera proclamación de un principio. Es claro que el derecho de los fieles a ser oídos en sus peticiones y deseos no lleva consigo la obligación de acceder, siempre y necesariamente, a todo lo que se les pide. Pero, al menos, parece que, salvo casos excepcionales, tienen derecho a una respuesta razonada… La manifestación sensata y respetuosa de la opinión en la Iglesia debería ser un hecho de vigencia normal, sin exagerados miedos a que puedan afectar a la unidad de la Iglesia y a su estructura jerárquica. Una cosa es la unidad necesaria y otra la uniformidad apersonalista. La manifestación sensata y humilde de la opinión personal y pública en la Iglesia debería presumirse que no afecta a la integridad de la fe, ni carece del debido respeto a la jerarquía, mientras no se demuestre lo contrario, sobre todo si aquello sobre lo que se opina está fuera de lo dogmático y entra dentro de lo opinable y de lo discutible.” (Profesores de Derecho Canónico de la Pontificia Universidad de Salamanca. Derecho canónico. BAC, Madrid: 2006. Tomo I,  ps. 168-169).


P.S.: cabe anticiparse a una objeción a esta entrada. Desde lo que Gherardini ha denominado como asunción acrítica y celebrativa del Vaticano II todas las novedades del Vaticano II podrían reducirse a disciplina eclesiástica y/o aplicaciones concretas de doctrinas definitivas. Sin duda, algunas de las novedades del último Concilio pueden reducirse a estas dos categorías; y su dogmatización indebida es un error de perspectiva teológica que contribuye al agravamiento de los problemas ya por todos conocidos. Pero no todas las novedades conciliares encuadran en estas categorías. Cabe mencionar, por ejemplo, las enseñanzas del último Concilio referidas al Colegio Episcopal como sujeto de la suprema potestad en la Iglesia: son de índole doctrinal y abstracta, cualquiera sea el juicio que merezcan sobre su homogeneidad. 

viernes, 21 de febrero de 2014

Gilad Atzmon: la religión del holocausto


Gilad Atzmon es un saxofonista de jazz, activista político, escritor y novelista nacido en Israel, de nacionalidad británica. En 1994 emigró al Reino Unido para realizar en la Universidad de Essex, una maestría en Filosofia y adquirió la nacionalidad britanica en 2002. Es un gran crítico del gobierno de Israel, lo cual manifiesta en sus escritos contra el sionismo, el judaísmo y la ocupación del territorio palestino. Ofrecemos hoy nuestra traducción de parte del capítulo 18 (pp. 203 y ss.) de su libro The Wandering Who? A Study of Jewish Identity Politics (Ed. Zero Books. Winchester, UK; Washington, USA, 2011) sobre la “religión del holocausto”. Un texto muy interesante.


Yeshayahu Leibowitz, el filósofo que fue un judío
ortodoxo y observante, me dijo una vez:
 “La religión judía murió hace dos cientos años.
Ahora no hay nada que unifique a los judíos
del mundo que no sea el holocausto”
Remember What? Remember How? Uri Avnery
19.3.05 (90)

El profesor Yeshayahu Leibowitz, de la Universidad Hebrea, un filósofo nacido en Letonia, fue probablemente el primero en sugerir que el holocausto se había convertido en la nueva religión judía. El filósofo israelita Adi Ophir ha señalado(91) también que, lejos de ser simplemente un relato histórico, “el holocausto” contiene numerosos elementos religiosos fundamentales. Tiene sus sacerdotes (por ejemplo Simon Wiesenthal, Elie Wiesel, Deborah Lipstadt) y profetas (Shimon Peres, Benjamín Netanyahu, que son los que advierten contra un judeocidio iraní por venir). Tiene mandamientos y dogmas (por ejemplo “nunca más”) y rituales (días del recuerdo, peregrinaciones a Auschwitz, etc.). Posee un orden simbólico-esotérico establecido (por ejemplo, los kapos, las cámaras de gas, chimeneas, cenizas, zapatos, los campos de prisioneros, la figura del Musselmann(91bis), etc.). También tiene un templo, Yad Vashem, y santuarios (los museos del holocausto) en las capitales del mundo. La religión del holocausto también está sostenida por una red global de recursos financieros, lo que Norman Finkelstein llama “la industria del holocausto”, e instituciones como el Holocaust Education Trust. Esta nueva religión posee suficiente coherencia como para definir a sus “anticristos” (negadores del holocausto) y tiene suficiente poder como perseguirlos (a través de las leyes que prohíben la negación del holocausto y los discursos de odio).
Me tomó muchos años comprender que el holocausto, la creencia central de la fe judía contemporánea, no era un relato histórico, porque las narraciones históricas no tienen necesidad de la protección de la ley y de los políticos. En cierto instante del tiempo, un capítulo horrendo de la historia de la humanidad recibió un estatuto excepcional, meta-histórico. Su “facticidad” ha sido sellada por leyes draconianas y sus razonamientos asegurados por instituciones sociales y políticas.
La religión del holocausto es judeo-céntrica hasta el tuétano. Define la raison d’être judía. Para los judíos sionistas, significa su cansancio total de la diáspora y considerar al goy como un asesino potencial e irracional. Esta nueva religión judía predica la venganza. Podría ser la más siniestra religión conocida por el hombre, porque en nombre del sufrimiento judío, otorga licencia para matar, arrasar, aniquilar, emprender ataques nucleares, saquear, realizar limpiezas étnicas. Ha hecho de la venganza un valor occidental aceptable. Los críticos de la noción de “religión del holocausto” han sugerido que, si bien la veneración del holocausto tiene muchas características de una religión organizada, no ha establecido una divinidad exterior para adorar. No podría estar menos de acuerdo: la religión del holocausto encarna la esencia de la visión demo-liberal del mundo. Ofrece una nueva forma de culto, haciendo del amor de sí mismo una creencia dogmática, en la cual el fiel observante se adora a sí mismo. En la nueva religión, en vez del viejo “Yahvé”, “el judío” es el sujeto a quien los judíos adoran: un valiente e ingenioso sobreviviente del genocidio supremo, que emergió de las cenizas y dio un paso adelante para un nuevo comienzo.
En cierta medida, la religión del holocausto es la señal última del abandono del monoteísmo por parte de los judíos, porque cada judío o judía es potencialmente un dios o una diosa. Abe Foxman es el dios de la anti-difamación, Alan Greenspan es el dios de la “buena economía”, Milton Friedman es el dios del “libre mercado”, Lord Goldsmith el dios del “fuego verde”, Lord Levy el dios de la recaudación de fondos, Paul Wolfowitz el dios del “intervencionismo moral” norteamericano. La AIPAC (el American–Israel Public Affairs Committee) es el Olimpo americano donde los mortales, elegidos en los Estados Unidos, van a pedir misericordia, perdón por ser Goyim y un poquito de dinero. La religión del holocausto es el momento concluyente, final, de la dialéctica judía; es el fin de la historia judía, porque ella es la más profunda y la más sincera forma de “amor a sí mismos”. Más que llamar a un Dios abstracto para designar a los judíos como el pueblo elegido, en la religión del holocausto los judíos eliminan a este mediador divino y simplemente se eligen a ellos mismos. La política de identidad judía trasciende la noción de historia: Dios es el maestro de ceremonias. El nuevo dios judío, esto es “el judío”, no puede ser sometido a la ocurrencia de ninguna contingencia humana. Así, la religión del holocausto está protegida por las leyes, mientras que todas demás narrativas históricas se debaten abiertamente por parte de los historiadores, los intelectuales y la gente ordinaria. El holocausto se establece como una verdad eterna que trasciende el discurso crítico.
Apenas unos pocos intelectuales judíos en Israel, y en el extranjero, aceptan la observación de Leibowitz. Entre ellos, encontramos a Marc Ellis, un prominente teólogo judío, con una mirada reveladora sobre la dialéctica de la nueva religión: “La teología del holocausto”, dice Ellis, “produce tres temas que existen en una tensión dialéctica: sufrimiento y empoderamiento, inocencia y redención, singularidad y normalización”(92). Si bien la religión del holocausto no ha reemplazado al judaísmo, le ha dado a la “judeidad” un nuevo significado. Proporciona una narrativa judía moderna, situando al sujeto judío dentro de un proyecto judío. El “sufriente” y el “inocente” marchan hacia la “redención” y el “empoderamiento”. Dios está fuera de este juego, ha sido expulsado, habiendo fallado en su misión histórica. Después de todo, no estuvo ahí para salvar a los judíos. En la nueva religión “el judío”, como nuevo dios judío, se redime a sí mismo. Los judíos adeptos a la religión del holocausto idealizan la condición de su existencia. Luego erigen una estructura para una futura lucha por el reconocimiento. Las siguientes tres “'iglesias” de la religión del holocausto asignan a los judíos un importante papel, con algunas implicancias globales: para los seguidores sionistas de la nueva religión, las implicaciones parecen relativamente duraderas. Ellos están ahí para arrastrar fatigosamente a la totalidad de los judíos del mundo hacia Sión, a expensas de un pueblo palestino indigente.
Para los marxistas judíos, el proyecto es ligeramente más complicado. Para ellos, la redención implica la construcción de un nuevo orden mundial, a saber, un paraíso socialista, un mundo dominado por políticos dogmáticos de la clase trabajadora, en el que judíos pasan a ser no más que una minoría entre muchas.
Para los judíos humanistas, los judíos deberían situarse en la vanguardia de la lucha contra el racismo, la opresión y el mal en general. (Aunque esto último suena prometedor, de hecho es problemático. En nuestro actual orden mundial, Israel y los EE.UU., están entre los principales opresores. Esperar que los judíos estén en la vanguardia de la lucha humanista los ubica en una pelea contra sus hermanos y la superpotencia que los apoya).
Como podemos ver, el holocausto funciona como una interfaz ideológica. Ofrece a sus seguidores un logos. En el nivel de lo consciente, sugiere una visión puramente analítica del pasado y del presente; sin embargo, no se detiene allí: también define la lucha por venir, la visión de un futuro judío. No obstante, como consecuencia de ello, se llena el inconsciente del sujeto judío con la mayor ansiedad: la destrucción del yo.
Huelga decir que un cuerpo de ideas que estimula la conciencia (ideología) y dirige el inconsciente (espíritu) es una muy buena receta para una religión exitosa. Esta unión estructural de la ideología y el espíritu es fundamental para la tradición judaica. El vínculo entre la claridad jurídica de la Halajá (ley religiosa, es decir, la ideología) y la naturaleza misteriosa de Jehová, así como las enseñanzas de la Cábala (es decir, el espíritu) hace del judaísmo una totalidad, un universo en sí mismo. El bolchevismo -movimiento de masas, más que teoría política- se basa en la misma estructura, en este caso, la lucidez de un materialismo pseudo-científico junto con el temor al apetito capitalista. La ideología neoconservadora también está en conformidad con la misma estructura fundamental, bloqueando al sujeto en un abismo entre la supuesta lucidez forense de las “armas de destrucción masiva” y el miedo inexpresable al “terror por venir”.
Este vínculo entre el consciente y el inconsciente trae a la mente la noción lacaniana de lo "real", o lo que no puede ser simbolizado (es decir, expresado en palabras). Lo real es lo inexpresable, es inaccesible. En palabras de Zizek, “lo real es imposible”, "lo real es el trauma". Sin embargo, este trauma da forma al orden simbólico y constituye nuestra realidad. La religión del holocausto encuadra muy bien en el modelo lacaniano. Su núcleo espiritual está arraigado profundamente en el dominio de lo inexpresable. Su predicación nos enseña a ver una amenaza en todo. Sin embargo, la narrativa principal -el trauma- es sagrada. Está protegida, es intocable, muy parecida al sueño. Usted puede recordar su sueño pero no puede cambiarlo. Curiosamente, la religión del Holocausto se extiende mucho más allá del discurso intra-judío. De hecho, funciona como una misión, y no sólo porque sus templos se construyen a lo largo y ancho del mundo, sino porque el holocausto se considera como un posible pretexto para bombardear con armas nucleares a Irán. Los líderes israelíes y los grupos de presión judíos de todo el mundo, parecen interpretar el proyecto de energía nuclear de Irán como un judeocidio en marcha. Claramente, la religión del holocausto sirve tanto a la derecha como a la izquierda dentro del discurso político judío, pero también hace un llamamiento a los goyim y, sobre todo, a los que instigan y avalan los asesinatos en nombre de la “libertad”, la “democracia” y “intervencionismo moral”.
Hasta cierto punto, todos estamos sometidos a esta religión: algunos de nosotros, como creyentes; otros, sólo están sometidos a su poder. Aquellos que tratan de revisar la historia del holocausto son sujetos de abusos de parte del alto clero de esta religión. La religión del holocausto constituye lo “real” de Occidente. No se nos permite tocarlo, ni estamos autorizados a mirar dentro. De modo muy semejante al de los antiguos israelitas, que debían obedecer a su Dios pero nunca cuestionarlo, estamos marchando hacia el vacío.
Los académicos que estudian el holocausto como una religión (en términos de teología, ideología e historicidad) se dedican principalmente a las formulaciones estructurales: sus significados, la retórica y la interpretación histórica. Algunos buscan la dialéctica teológica (Marc Ellis), otros a formulan los mandamientos (Adi Ofir); algunos indagan sobre su evolución histórica, otros exponen su infraestructura financiera (Norman Finkelstein).
La mayoría está comprometida con una lista de hechos que sucedieron entre 1933 y 1945; sin embargo ninguno de los estudiosos de la religión del holocausto han empleado algún esfuerzo en el estudio del papel del holocausto en el largo plazo del continuum judío. De aquí en adelante voy a sostener que la religión del holocausto estaba bien establecida desde mucho tiempo antes de la solución final (1942), mucho antes de la Kristallnacht (1938), las leyes de Nuremberg (1936) e incluso antes del nacimiento de Hitler (1889). La religión del holocausto es probablemente tan antigua como los judíos mismos.


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90. http://www.gushshalom.org/archives/article348.html
91. http://www.tikkun.org/article.php/20090617074540771
91. bis. N. de T.: término del argot de los campos de concentración que designa al prisionero que deja de luchar por su vida.
92. 30. Ellis, Marc H., Beyond Innocence and Redemption: Confronting The Holocaust and Israeli Power : Creating a Moral Future for the Jewish People , San Francisco, Harper & Row, 1990, p. ???

miércoles, 19 de febrero de 2014

Billuart : los judíos y la Trinidad

Como es sabido, los judíos no aceptan el dogma de la Santísima Trinidad. Hay que agradecer que en estos tiempos de ecumanía interrreligiosa y veleidades judaizantes, al menos algunos rabinos se expresen con claridad:  “...sobre la doctrina de Dios, un abismo separa irremediablemente al judaísmo del cristianismo”. “...Si el Dios que adoran los judíos y los cristianos (y se puede agregar a los musulmanes) es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, difícilmente podría ser de otra forma para creyentes que extraen su inspiración común de la Biblia. Si el Antiguo y el Nuevo Testamento veneran a Él, al Creador del universo y al Padre de todos los hombres, bien diferente, sin embargo, es el monoteísmo de los judíos (y de los musulmanes) al de los cristianos.” “La oposición entre la fe de Israel y la creencia de los cristianos aparece irreductible y sería en vano tratar de reducirla. Se pueden estimar puntos comunes de las doctrinas y de los principios semejantes de su moral, donde los judíos y cristianos se acercan a veces hasta llegar a ser idénticos. No se podría borrar, al contrario, ni siquiera animado por el espíritu más liberal, la diferencia capital entre el monoteísmo profesado por la sinagoga y el de la Iglesia. Esta diferencia permanece íntegra, aún cuando los fieles de las dos religiones invocan al mismo Dios, su Padre común, a menudo en los mismo términos, principalmente en los salmos.” “...el dogma trinitario agrava la oposición entre las creencias judías y cristianas divergiéndolas con otro misterio, el de la Encarnación.” “Tal concepción teológica es la negación de los principios fundamentales del judaísmo.”
Ofrecemos hoy la traducción de un fragmento del tomista Billuart. Esperamos contribuya al cese o la reducción de los contubernios judeo-cristianos y de otras prácticas rabinizantes.
“Aunque lo que hasta aquí hemos escrito ha sido tomado del Antiguo Testamento y vale también contra los judíos que lo aceptan, sin embargo, puesto que dicen que interpretamos mal las Escrituras, a fin de cortar esta objeción, argumento contra ellos de la siguiente manera:
Los judíos están obligados a reconocer que interpretamos correcta y legítimamente las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento si los rabinos anteriores al cristianismo lo interpretaron como nosotros. Pero esto es lo que sucede. Ergo.
La Mayor parecería que la deberían aceptar necesariamente: así como ellos no quieren aceptar a los nuestros como parte así tampoco nosotros a ellos; elíjanse pues jueces imparciales como son los doctores de entre su pueblo y religión que han interpretado las Escrituras antes que los cristianos.
Y si estos contradicen su fe ¿A quién van a citar? ¿A las Escrituras? Pero esto no es posible porque precisamente estamos discutiendo con ellos sobre su sentido. Además si los doctores más antiguos y principales de la ley Mosaica erraron en este principal misterio de la religión, entonces le hubiera sobrevenido tanto la sinagoga como al pueblo judío un peligro patentísimo de error contra la fe, lo cual parece del todo ajeno a la providencia y benevolencia que Dios tuvo para con este infeliz pueblo.
La menor la pruebo por el P. Galatino en su obra: “de Arcanis catholicae veritatis lib. 2 cap. 1.
1º Rabí Simeón, hijo de Joahi, en el libro llamado Zohac, comentando las palabras delDeut. cap. VI: “Oye Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Dios” o como dice el texto hebreo: “el Dios, Dios nuestro, es el único Dios”, dice: “Rabí Ibba dice: “Escucha Israel: Dios, que es el principio de todas las cosas, el antiguo entre los antiguos, el origen y la perfección de todas las cosas, es llamado Padre; nuestro Dios es la profundidad de los ríos y la fuente del conocimiento, que procede del Padre, y es llamado Hijo; este Dios es espíritu Santo que procede de los dos y es llamado la medida de la voz. Es uno, y uno con otro concluye y reúne; y ni uno puede dividirse del otro; y por eso dice: “Congrega Israel, este Padre e Hijo y Espíritu Santo, y haz de ella una esencia, una sustancia, puesto que lo que se encuentra en uno, está en el otro, todo estuvo y todo está y todo estará”. El mismo rabí Simeón dice en el mismo lugar: “Este arcano del Hijo no se revelará a todos hasta que venga el Mesías: puesto que entonces, como dice Isaías, la tierra estará repleta del conocimiento de Dios, como las aguas cubren el mar”.
No hay palabras más claras y expresivas con las cuales los doctores Católicos puedan argumentar para probar la verdad de nuestra religión. Dice que este misterio recién será revelado a todos cuando venga el Mesías, y esto a causa de la propensión de los judíos a la idolatría, los cuales, al concebir tres personas en una esencia, podían tomarlos y adorarlos por tres dioses.
 El mismo rabí Simeón interpreta estas palabras de Isaías 6: “Santo, Santo, Santo es el Señor de los Ejércitos”, así: “Santo aquí es el Padre, Santo aquí es el Hijo, Santo aquí es el Espíritu Santo”.
3º Rabí Jonathas, hijo de Usielis, en la paráfrasis caldaica interpreta el mismo texto desta manera: “Santo el Padre, santo el Hijo, santo el Espíritu Santo”.
 El mismo Jonathas lee en caldeo estas palabras del Salmo 109: “Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi diestra” así: “Dijo el Señor a su Verbo”.
Es cierto que no se lee así en la paráfrasis caldea de Jonathas, puesto que los judíos más recientes corrompieron el texto; pero Galatinus dice que lo leyó así en un viejísimo ejemplar por la cual tempestad fueron expulsados todos los judíos del reino de Nápoles por orden del rey católico. Lo mismo afirma Lyranus antes de su conversión del judaísmo, y muy versado en los libros de los judíos, al comentar las palabras del Salmo 109. Y finalmente en otro libro de los judíos llamado “Colección de sentencias”, se dice que el Targum, es decir la traducción caldea de Jonathas ben Usielis, traduce así: “Dijo Dios a su Verbo: sede a mi diestra”.
 El mismo Cristo al querer probar su divinidad a los judíos por medio del Salmo 109: “dijo el Señor, etc”, le dijo a los judíos:
Mt XXII: “¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es Hijo? Le dijeron: De David. Y Él les dijo: ¿Cómo, entonces David inspirado por el Espíritu, lo llama “Señor” cuando dice: “Dijo el señor a mi Señor: siéntate a mi diestra”?, si pues David lo llama “Señor”, ¿cómo es su hijo?” Y nadie, añade el Evangelista, pudo responderle nada.”
Ante el silencio de los Fariseos queda manifiestamente claro que en aquel entonces era una constante e indubitable opinión entre los judíos, que ese Salmo estaba compuesto por David, y que esas palabras fueron dichas sobre el Mesías o Cristo. Lo cual supone Pedro en Hech. 2, para probar por las mismas palabras la divinidad de Cristo, sin que ningún judío lo contradiga, aunque hoy en día nieguen ambas cosas. Así pues, supuesto esto, los judíos están obligados a reconocer que hay en Dios diversidad de personas, de forma tal que una está asociada a otra y sentada a la diestra de la otra”. (Billuart O.PTractatus de Trinitate, Proemio, art. II. )

Fuente:

lunes, 17 de febrero de 2014

Winfrid Due: sobre el deicidio

En 2011 dejé un comentario con preguntas en el blog Ex Orbe referido al deicidio que D. Winfrid tuvo la amabilidad de responder. Para formular mis dudas me apoyé en una semejanza del deicidio con el pecado original. Para que se entiendan mejor de mis preguntas y las respuestas de D. Winfrid, he reelaborado aquel comentario, explicitando algunos conceptos previos:
(1) Pecado originante. Es el cometido por nuestros primeros padres en el origen del género humano, como se narra en la S. Escritura (Gen. caps. 2-3).
(2) Pecado originado. Es la transmisión del pecado de Adán toda su descendencia, inherente a cada hombre desde su concepción. Los teólogos, comentando este texto propusieron diversas opiniones sobre la esencia del pecado transmitido: un pacto hecho por Dios con Adán en calidad de cabeza moral del género humano, para que él pudiese transmitir tos dones sobrenaturales a sus descendientes, o perderlos para sí y para ellos; o también una transferencia de la voluntad de los descendientes a Adán en el acto del pecado, etc. La mejor explicación es la que da Sto. Tomás e ilustra Billot: a) Adán es cabeza y fuente, no moral sino ontológica del género humano: en él se hallaba toda nuestra naturaleza; b) la justicia original era en él como una perfección accidental de la especie humana, que ligaba ésta con Dios; c) Adán rompió voluntariamente este vinculo y despojó de aquella perfección accidental a la naturaleza contenida en él; d) la naturaleza destituida de esta forma, es decir, con el reato de culpa y con la mancha, pasa a la posteridad, que se encuentra por ello en un estado de pecado voluntario, no, por su voluntad, sino por la del acto pecaminoso puesto por Adán; e) el pecado de los descendientes consiste en la privaci6n de la gracia formalmente, y materialmente en la privaci6n de la integridad y, por lo tanto, en la concupiscencia; f) con el Bautismo se guita la mancha por la infusión de la gracia (elemento formal), pero la concupiscencia (elemento material) subsiste. El pecado original se propaga con la generación carnal.
(3) Efectos del pecado original. Consecuencias del pecado original en nuestros primeros padres: a) privación de los dones sobrenaturales (gracia y virtudes infusas) y preternaturales (integridad); b) estado de pecado con su reato y su mancha; c) débito de pena eterna; d) vulneración de la naturaleza, por la cual las pasiones se levantan contra la razón, impiden el libre ejercicio de la voluntad y dificultan la práctica del bien.

Las respuestas de D. Winfrid me han parecido más claras y matizadas que las del libro de David Núñez que más tarde encontré en internet.  

- Consulta de Martin Ellingham.
Sobre el pecado originado (2): ¿se propaga? ¿cómo se propaga? Porque los criterios de “judeidad” son variables.
Efectos del pecado (3): ¿qué efectos tiene? ¿afecta la potencia obediencial? ¿es una cuasi-reprobación en vida de los afectados?
Si puede dar una respuesta breve y esquemática estaré muy agradecido.
- Respuesta de Winfried Due.
M. Ellingham, yo diría que: Lo dicho al respecto en Nostra Aetate. ya es suficiente, y lo que parece decir el libro de J.Ratzinger depende o es consecuencia de lo dicho en la N.A. Ese pecado (tu dices 'originado') se mantiene, permanece y afecta a todo el corpus iudaicum post eventum - por decirlo de alguna manera - en cuanto que el judaísmo actual no se desdice de la condena a Cristo; entiendo, además, que no puede en cuanto que no tiene una 'capitalidad' reconocida, es decir, que no tienen ni Rey ni Sumo Sacerdote ni Sanedrín, puesto que la Sinagoga es, de hecho, una multiplicidad de sinagogas, e incluso de confesiones muy distintas dentro del propio judaísmo, en muchos casos con apenas un mínimun común identificativo (credo, prácticas religiosas, moral). El pecado desaparecería en cuanto se hiciese un acto (formal, puesto que la condena de Cristo fue un acto no sólo moral sino formal) de des-vinculación respecto a aquella condena. Han habido raras actuaciones: El estupendo ensayo de Josef Blinzler 'Der Prozess Jesu' comienza dando noticia de algunas iniciativas en ese sentido, entre ellas una petición formal hecha por un magistrado holandés en 1949 al ministro de justicia del recien constituído Estado de Israel (petición no resuelta, por cierto). De todas formas, pienso que subsistiría una insuficiencia real de legitimidad, en cuanto faltan actualmente las instituciones que pudieran justamente reconocerse como sucesoras de hecho y de derecho de aquellas antiguas instituciones judáicas que intervinieron en la condena del señor: Sacerdocio, Sumo Sacerdote y Sanedrín.
Por otra parte, ¿qué valor tendría una renuncia moral-personal-individual a la condena de Cristo hecha por un judío actualmente? Un valor absoluto, personal, que supondría un cierto praeambula fidei en cuanto conectaría de alguna manera con una parte real del Credo cristiano; aunque adoleciera de la necesaria confesión de Cristo Hijo de Dios encarnado y redentor, sería un paso que: 1º se separaría implícita y explícitamente de la voluntad condenatoria; 2º supondría una sincera aproximación a Jesucristo.
Para terminar: Entiendo (y vuelvo a usar el adversativo: a pesar de todo) que el asunto depende de la Providencia y de sus tiempos y momentos de gracia, que desconocemos, estando ensartado en esa serie de circunstancias que la Iglesia ha entendido que se relacionan con el fin de los tiempos y la Parusía. En este sentido, no se puede entender como un caso resoluble humanamente, sino dependiente del Señor. A no ser que la Iglesia ejerciera el poder de las llaves, de atar y desatar, sobre ese caso concreto. Pero volveríase al problema formal: ¿Sobre quién o quienes aplicaría la Iglesia la absolución? ¿Sobre aquellos, que no se arrepintieron? ¿Sobre el actual Israel? Para la absolución sería necesario un arrepentimiento que ¿existiría/podría existir? ¿cómo se haría aplicable esa absolución, con qué o cuáles fórmulas y/o requisitos? Por todo eso insisto en la posibilidad personal y dudo quasi-absolutamente de la institucional.
# el pecado originado persiste (yo no diría 'se propaga') en tanto en cuanto uno se reconozca/sea reconocido como parte de aquel Pueblo Judío (una identidad que sería, sobre todo y principalmente, de índole religiosa) considerado sin solución de continuidad. 

# los efectos serían una afectación según esa 'culpabilidad corportiva', si no se renunciase a ella, como he dicho, con un grado de imputación distinto y menor que el imputable a los protagonistas históricos de la condena, siendo ahora como una especie de pecado de 'intención', con cierta relación con el sacrilegio o la blasfemia, aunque convendría quizá definirlo como un pecado de contumacia, de obcecación en el pecado de sus mayores, un concepto que aparece reiteradamente (con otros significados) en la Sagrada Escritura 
# pero no entiendo que afecte a la capacidad de recepción de la gracia por:
- la necesidad absoluta de la misma gracia en orden a la salvación; la relativa imputabilidad material post eventum, que ahora sólo sería virtual (a no ser que se re-formalizase con algún acto al estilo de como se realiza una apostasía real y formal).
- el hecho constatado en el Nuevo Testamento de la conversión de muchos (sacerdotes, levitas y pueblo) luego de la Muerte y Resurreción del Señor, lo que demuestra un estadio de apertura a la gracia que se correspondería con la permanencia de las gracias patriarcales y el llamamiento a la salvación que toca por primogenitura a Israel, y por ende también a todos sus descendientes.
Como ves, no expongo esquemáticamente, soy prolijo; pero el tema, entiendo yo, está cargado de particulares necesariamente matizables.

viernes, 14 de febrero de 2014

Straubinger: el problema judío


De acuerdo con una noticia aparecida en Newsweek en su versión española, 02-10-2013, Israel ya tendría listos los sacerdotes levitas para realizar los sacrificios veterotestamentarios, hasta hoy perimidos por la destrucción del templo. Ofrecemos como complemento a esta noticia un artículo de Mons. Juan Straubinger que hemos subido a nuestro estante de scribd. Dice el autor: 
“Según las Escrituras, los judíos son un pueblo extraordinario, al que Dios mantiene para cumplir sus promesas. Si hoy reclaman el país de sus antepasados y lo ocupan poco a poco, obedecen, sin darse cuenta, a la voz de Dios, que los congrega de nuevo en aquel pequeño territorio, para obrar en ellos el misterio predicho por San Pablo y los profetas del Antiguo Testamento. Nada sabemos sobre el modo de su realización, pero estamos seguros de que será la obra más estupenda entre la primera y la segunda venida de Cristo, y probablemente el acto preliminar de esta última.”
Agradecemos al amigo de nuestra bitácora que nos ha enviado el artículo del reconocido biblista.

lunes, 10 de febrero de 2014

Sólo la Jerarquía puede... y los kikos también


Un lector de nuestra bitácora nos ha hecho llegar un dato preocupante. Sabemos de la "creatividad" litúrgica del Camino Neocatecumenal. Sin dudas, en la valoración de los diversos abusos litúrgicos hay una jerarquía que se basa en un criterio objetivo que surge de la importancia del rito alterado. En la tabla que insertamos a continuación, puede apreciarse, una parte de la fórmula de la Consagración de la Santa Misa. En la primera columna, en rojo, el texto latino; en la segunda, en color negro, la traducción castellana aprobada; y en la tercera, en azul, la traducción kika. 


Hoc facite in meam commemorationem


Haced esto en conmemoración mía

Haced esto como mi memorial

La versión kika aparece en un cancionero del Camino Neocatecumenal para uso litúrgico. Del texto y del contexto se desprende que los sacerdotes del Camino cantan la Plegaria Eucarística con esta traducción.
La fuente es una publicación oficial: RESUCITÓ. CANTOS PARA LAS COMUNIDADES NEOCATECUMENALES. CENTRO NEOCATECUMENAL DIOCESANO – C/ BLASCO DE GARAY 8 – 28015 MADRID. © Kiko Argüello, 2010. Printed in Spain – Impreso en España. XIX Edición revisada y corregida por el autor. I.S.B.N.: 84-288-0378-1. Depósito Legal: 1511-1982
Se puede verificar lo que denunciamos en la página 177 del cancionero aquí y también aquí. 
Recordemos que “sólo la Jerarquía puede introducir cambios en la Liturgia. §1. La reglamentación de la sagrada Liturgia es de competencia exclusiva de la autoridad eclesiástica; ésta reside en la Sede Apostólica y, en la medida que determine la ley, en el Obispo… §3. Por lo mismo, nadie, aunque sea sacerdote, añada, quite o cambie cosa alguna por iniciativa propia en la Liturgia.” (Conc. Vaticano II. Sacrosantum concilium, n. 22). “Para reeditar libros litúrgicos o partes de los mismos así como sus traducciones a la lengua vernácula, es necesario que conste su conformidad con la edición aprobada, mediante testimonio del Ordinario del lugar en donde se publiquen.” (Código de Derecho Canónico, c. 826, § 2).
¿Acaso la traducción kika cuenta con la aprobación y conformidad de alguna autoridad eclesiástica? No lo sabemos y mucho nos tememos que la respuesta sea negativa.