martes, 22 de abril de 2014

¿LAS CANONIZACIONES DE JUAN XXIII Y DE JUAN PABLO II SON INFALIBES?

Nos ocupamos  en el pasado sobre la infalibilidad de las canonizaciones (ver aquí y aquí). Reproducimos hoy la traducción de una entrevista a Roberto de Mattei sobre las próximas canonizaciones de los pontífices Juan XXIII y Juan Pablo II. Añadimos al texto de la entrevista el enlace a un artículo de Mons. Brunero Gherardini sobre la no infalibilidad de las canonizaciones.
¿LAS CANONIZACIONES DE JUAN XXIII Y DE JUAN PABLO II SON INFALIBES? (Una entrevista a Roberto de Mattei)
Profesor de Mattei, las inminentes canonizaciones de Juan XXIII y de Juan Pablo segundo suscitan, por varios motivos, dudas y perplejidades. ¿Cómo católico y como historiador, cuál es su juicio?
Puedo expresar una opinión personal, sin pretensiones de resolver un problema que se presenta complejo. En líneas generales, estoy perplejo por la facilidad con la cual en los últimos años se llevan a cabo y se concluyen los procesos de canonización. El concilio Vaticano I definió el primado de jurisdicción el Papa y la infalibilidad de su Magisterio, con determinadas condiciones, perono ciertamente la impecabilidad personal de los Soberanos Pontífices. En la historia de la Iglesia hubo buenos y malos papas y es reducido el número de quienes fueron elevados a los altares. Yhoy parece que al principio de infalibilidad del Papa se lo quiere sustituir por el principio de su impecabilidad. A todos los Papas, o mejor dicho a los últimos, a partir del concilio Vaticano dos, se los presenta como a santos. Por cierto no es casualidad que las canonizaciones de Juan XXIII y de Juan Pablo II hayan postergado o dejado atrás la canonización de Pío IX y la beatificación de Pío XII, mientras avanza el proceso de Pablo VI. Casi parece que una aureola de santidad debiese envolver la era del concilio y del postconcilio, para “infalibilizar” una época histórica que ha afirmado el primado de la praxis pastoral sobre la doctrina.
¿Usted opina entonces que los últimos Papas no han sido santos?
Permítame expresarme sobre un Papa al que como historiador lo conozco bien: Juan XXIII. Habiendo estudiado el Vaticano II, profundicé en su biografía y he consultado las actas del proceso de su beatificación . Cuando la Iglesia canoniza un fiel no quiere solamente asegurar que el difunto está la gloria del cielo, sino que lo propone como modelo de virtudes heroicas. Según los casos, se tratará de un perfecto religioso, párroco, padre de familia, etc.En el caso de un Papa, para ser considerado santo debe haber ejercitado las virtudes heroicas en el cumplimiento de su misión como pontífice, como fue, por ejemplo, para San Pío V o San Pío X. Y bien, en lo que se refiere a Juan XXIII, alimento la meditada convicción de que su pontificado ha representado un daño objetivo a la Iglesia y que es imposible encontrar en santidad en él. Por lo tanto. Antes que yo lo afirmaba el dominico Innocenzo Colosio, uno de los mayores historiadores de la espiritualidad en los tiempos modernos, en un célebre artículo aparecido en la Rivista de Ascetica e mistica.
Si, como usted piensa, Juan XXIII no fue un Santo Pontífice y si como parece la canonizaciones son un acto infalible, nos encontramos frente a una contradicción. ¿No hay riesgo de caer en el sedevacantismo?
Los sedevacantistas atribuyen un carácter hipertrófico a la infalibilidad Pontificia. Su razonamiento es elemental: si el Papa es infalible y hace algo malo, la sede está vacante. La realidad es mucho más compleja y es errada la premisa según la cual cada acto del Papa es infalible. En realidad, si las próximas canonizaciones plantean problemas, el sedevacantismo plantea problemas de conciencia mucho mayores.
Sin embargo, la mayoría de los teólogos, y sobre todo los más seguros, los de la “escuela romana”, afirman que las canonizaciones son infalibles.
La infalibilidad de las canonizaciones no es un dogma de fe y esta es la opinión de la mayoría de los teólogos, sobre todo después de Benedicto XIV, que la expresó además como doctor privado y no como soberano pontífice . En lo que atañe a la “escuela romana”, el máximo exponente viviente es monseñor Brunero Gherardini, quien ha expresado en la revistaDivinitas todas sus dudas sobre la infalibilidad de la canonizaciones. Conozco en Roma distintos teólogos y canonistas discípulos de otro ilustre representante de la misma escuela, monseñor Antonio Piolanti, que tienen las mismas dudas de monseñor Gherardini. Ellos opinan que las canonizaciones no entran en las condiciones requeridas por el concilio Vaticano I para garantizar la infalibilidad de un acto pontificio.La sentencia de la canonización no es en sí misma infalible, porque faltan las condiciones de la infalibilidad, empezando por el hecho de que la canonización no tiene por objeto directo explícito una verdad de fe o de moral contenido en la Revelación, sino solamente un hecho indirectamente ligado con el dogma, sin ser propiamente un “hecho dogmático” .El campo de la fe y de la moral es vasto porque abarca toda la doctrina cristiana especulativa y práctica, el creer y el obrar humano, pero una precisión es necesaria . Una definición dogmática no puede jamás implicar la definición de una nueva doctrina en materia de fe o de moral. El Papa sólo puede explicitar en lo que es implícito en materia de fe y de moral y es transmitido por la tradición de la Iglesia. Lo que los Papas definen debe estar contenido en la Escritura y a la Tradición y esto es lo que asegura la infalibilidad del acto. Esto no es ciertamente el caso de las canonizaciones. Por cierto, ni los códigos de derecho canónico de 1917 y de 1983, ni en los catecismos, antiguos y nuevos, exponen la doctrina de la Iglesia sobre canonizaciones. Sobre el tema, además del citado estudio de monseñor Gherardini, hay un óptimo artículo de José Antonio Ureta en el número de marzo 2014 en la revista Catolicismo.
¿Usted opina que las canonizaciones han perdido su carácter infalible, como consecuencia del cambio querido por Juan Pablo en 1983 en el proceso de canonizaciones?
Esta tesis es sostenidaen elCourrier de Rome por una excelente teólogo,el padre Jean-Michel Gleize. Por otra parte, el padreLow, en la voz Canonizaciones de la Enciclopedia Cattolica, fundamenta la tesis de la infalibilidad , es la existencia de un poderoso complejo de investigaciones y verificaciones, seguido por dos milagros, que preceden a la canonización. No hay dudas de que después de la reforma del procedimiento querida por Juan Pablo II, este proceso de verificación de la verdad es mucho más frágil y que ha sido un cambio en el mismo concepto de santidad. no obstante el argumento no me parece decisivo porque el procedimiento de las canonizaciones fue modificado a través de la historia. Cuando un siervo de Dios es declarado santo por la fuerza de una veneración secular La proclamación de la santidad de Ulrico de Augsburgo, hecha por Juan XV en el 993, que es considerada como la primera canonización pontificia en la historia, fue proclamada sin ninguna investigación por parte de la Santa Sede. El proceso de investigación profundizada se remonta sobretodo a Benedicto XIV: a él se debe,por ejemplo, la distinción entre canonización formal según todas las reglas canónicas y canonización equivalente, .cuando un siervo de Dios es declarado santo por la fuerza de una veneración secular. La Iglesia no exige un acto formal y solemne de beatificación para calificar un santo.
Santa Hildegarda de Bingen recibió y el Papa Gregorio IX, desde 1233, inició una investigación para la canonización. No obstante, nunca hubo canonización formal, ni siquiera Santa Catalina de Suecia, hija de Santa Brígida fue canonizada. Su proceso se desarrolló entre 1446 y1489, pero nunca se terminó y fue venerada como Santa sin siquiera estar canonizada.
¿Qué piensa usted de la tesis de Santo Tomás, también expuesta en el artículo canonizaciones del “Dictionnaire de Théologie catholique”, según la cual si el Papa no fuese infalible en una declaración solemne se engañaría asimismo y a la Iglesia?
Es preciso disipar primeramente un equívoco semántico: un acto no infalible no es un acto equivocado que necesariamente engaña, sino un acto sometido a la posibilidad del error. De hecho este error podría ser rarísimo o nunca sucedido.Santo Tomás, siempre equilibrado su juicios, no es un “infalibilista” a ultranza. Como está justamente preocupado por salvaguardar la infalibilidad de la Iglesia,lo hace con un argumento razón teológica, a contrario. Su argumento puede ser recibido en sentido lato, pero admitiendo la posibilidad de excepciones. Estoy de acuerdo con él sobre el hecho de que la Iglesia, en su conjunto, no puede errar cuando canoniza. Pero esto no significa que cada acto de Iglesia sea en sí mismo infalible, como tampoco lo es en sí mismo infalible el acto de canonización. El asentimiento que se brinda a los actos de canonización es de fe eclesiástica, no divina. Esto significa que el fiel cree porque acepta el principio según el cual la Iglesia normalmente no se equivoca. La excepción no cancela la regla. Un acreditado teólogo alemán, Bernhard Bartmann, en su manual de Teología dogmática, (1962), compara el culto rendido a un falso santo con el homenaje rendido al falso embajador de un rey El error no quita el principio según el cual el rey tiene verdaderos embajadores y la Iglesia canonizar verdaderos santos.
¿En qué sentido entonces se puede hablar de infalibilidad de la Iglesia en las canonizaciones?
Estoy convencido de que sería un grave error reducir la infalibilidad de la Iglesia al magisterio extraordinario del Romano Pontífice. La Iglesia no es infalible solamente cuando enseña de manera extraordinaria, sino también en su Magisterio ordinario . Pero así como existen condiciones de infalibilidad para el magisterio extraordinario existen condiciones de infalibilidad para el magisterio ordinario. Y la primera de ellas es su universalidad, que se verifica cuando una verdad de fe o de moral, es enseñada de manera constante a través del tiempo. El magisterio puede enseñar infaliblemente una doctrina con un acto definitorio del Papa o con un acto no definitorio del Magisterio ordinario, a condición de que esta doctrina haya sido constantemente conservada y mantenida por la Tradición, y haya sido trasmitida por el Magisterio ordinario y universal. La instituciónAd Tuendam Fidem de la Congregación para la doctrina de la fe, del 18 mayo de 1998(n.2) lo confirma. Por analogía, se podía sostener que la Iglesia no puede equivocarse cuando confirma constantemente del tiempo verdades conexas a la fe, hechos dogmáticos, usos litúrgicos. También las canonizaciones pueden entrar en este grupo de verdades conexas. Se puede estar seguro de que santa Hildegarda de Bingen está en la gloria de los altares y puede ser propuesta como modelo, no porque haya sido solemnemente canonizada por un Papa, porque en su caso nunca existió una canonización , sino porque la Iglesia reconoció su culto, sin interrupción, desde su muerte. Con mayor razón, para los santos que tuvieron canonización formal, como San Francisco o Santo Domingo, la certeza infalible de su gloria nace del culto universal, en sentido diacrónico, que la Iglesia les ha tributado y no de la sentencia de canonización en sí misma. La Iglesia no engaña en su magisterio universal, pero se puede admitir un error de las autoridades eclesiásticas circunscrito en el tiempo y el espacio.
¿Quiere usted resumir su posición?
La canonización de Juan XXIII es un acto solemne del Soberano Pontífice, que proviene de la suprema autoridad de la Iglesia y que debe ser recibida con el debido respeto, pero no es una sentencia en sí misma infalible. Para usar un lenguaje teológico, no es una doctrina de tenenda fidei,sino de pietate fidei. No siendo la canonización un dogma de fe, no existe para los católicos una obligación positiva de prestar asentimiento. El ejercicio de la razón, respaldado por un rigoroso reconocimiento de los hechos, demuestra con toda evidencia que el pontificado de Juan XXIII no ha sido beneficioso para la Iglesia. Si se debiese admitir que el Papa Roncalli ha ejercido de modo heroico las virtudes, cumpliendo su rol de Pontífice, se minarían las bases de los presupuestos racionales de mi fe. En la duda me atengo al dogma de fe establecido por el Concilio Vaticano I, según el cual no puede existir contradicción entre la fe y la razón . La fe sobrepasa la razón y la eleva, pero no la contradice, porque Dios, verdad por esencia, no es contradictorio. En conciencia, mantengo todas mi reservas sobre este acto de canonización”
Texto original en
traducción italiana en
Los subrayados son de CATAPULTA
Fuente:

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Amato dice que se beatifica a Juan Pablo II, no su pontificado

http://www.religionconfidencial.com/cronica_de_roma/Amato-Juan-Pablo-II-pontificado_0_1591640850.html

Anónimo dijo...

"para los santos que tuvieron canonización formal, como San Francisco o Santo Domingo, la certeza infalible de su gloria nace del culto universal, en sentido diacrónico, que la Iglesia les ha tributado y no de la sentencia de canonización en sí misma"

Entiendo lo que dice el profe, pero esto abre nuevos dilemas:

1.- ¿Y dentro de 50 años, cuando las masas que son católicas-masita le rindan culto universal y sigan reconociendo a Roncalli como santo, efectivamente podremos considerarlo tal?

2.- ¿O lo que dice de Mattei es "para antes", para un tiempo anterior? Porque "antes" el católico no era masita y con hombres como los da antaño no había forma de lograr un reconocimiento y culto universal hoy harto posible. "No es santo de mi devoción", se decía, y a la lona. ¿Se entiende?

Es como la cuestión del infalible Sensus Fidelium que supone una unción especial que posee la universalidad de los fieles para no fallar en su creencia.
¡Pero -reitero- los fieles de ahora son fieles masita!, el sensus éste les patina... No sería raro que en 50 años muy mayoritariamente los católicos sean pro gay. Que una cosa es el sensus y otra la mayoría democrática-masita.

Pero con el sensus fidelium la cosa es más fácil de solucionar, pues si se contradice lo que todos aceptan con el dogma o la moral anterior es sensus-trucho-masita; en cambio, con las canonizaciones no tenemos esa "contradicción" con lo anterior que permita el rechazo novedoso. No tenemos el "primero en el infierno, luego lo quieren santo; conclusión: no puede ser realmente santo".

Por ello, lo mejor es no coquetear con estas cosas y decir que las canonizaciones nunca han sido de fe por no ser la piedad materia de infalibilidad, sean anteriores o posteriores al Vaticano II y tengan o no reconocimiento en el culto.

Anónimo dijo...

Perdón, salvo las canonización de María Santísima que es dogma de fe que fue asunta y de san Dimas, que lo canonizó Cristo.

Anónimo de 16:11.

Genjo dijo...

En virtud de una canonización se afirman del nuevo santo dos cosas: que está en el cielo y goza de la visión beatífica y es, por tanto, digno de veneración; y que su vida es ejemplar para los cristianos militantes.
Me resulta inaceptable que la Iglesia pueda equivocarse en las canonizaciones, es decir, en la afirmación solemne de que alguien está en el cielo y es merecedor de culto, porque me repugna que pueda la Iglesia dar culto a quien no es merecedor de recibirlo, no ya porque se haya hecho un proceso irregular –eso es lo de menos- sino nada menos que por ser un réprobo.
Otra cosa es la ejemplaridad. Creo que en ese capítulo hay mucho de “política”. Es decir, cuando se propone la vida de alguien como ejemplar a todos los católicos, se hace con la vista puesta en el provecho y salvación de las almas, es decir, por una razón pastoral. Se trata, por tanto de una razón prudencial. De ahí que las canonizaciones se aceleren, se posterguen, se favorezcan o se dejen en vía muerta; y también que dependan de factores externos, como el interés de un determinado instituto religioso, rico y poderoso, de una diócesis con posibles gobernada por un pastor celoso, etc.
La prudencia exige que se examine muy detenidamente la vida de los candidatos a la canonización, pues resultaría gravemente perjudicial que hubiese aspectos de la vida de los canonizados que no fuesen ejemplares para los fieles, haciéndose entonces obligado advertir de aquello en lo que los nuevos santos no serían imitables. La simple consideración de esta posibilidad hace desaconsejable la canonización. Con mucha mayor razón cuando los comportamientos inconvenientes han sido próximos en el tiempo, públicos y notorios o cuando han ocasionado graves perjuicios y los perjudicados por las conductas injustas de los canonizados todavía viven, ellos mismos o sus deudos o amigos. Por eso me parece inadecuado el actual procedimiento que nos lleva –o nos puede llevar- a ver canonizados en vida a determinados personajes. Una medida de prudencia elemental es dejar transcurrir un lapso suficiente de tiempo que permita apaciguar las pasiones y entusiasmos, acrisolar los juicios y determinar con rigor los hechos, más allá de intereses personales, de enfrentamientos partidarios o de posicionamientos ideológicos.
Se entiende entonces la gravísima responsabilidad que pesa sobre quienes intervienen en los procesos de canonización y particularmente sobre el Romano Pontífice, que tiene la última palabra. Sus decisiones pueden contribuir notoriamente a la salud de las almas o ser motivo de gravísimo escándalo –es decir, de ruina espiritual o pecado- para una muchedumbre de fieles. De ello han de dar cuenta a Dios. De ahí que se ponga uno a temblar al considerar la alegría con que algunos reparten títulos de santidad.
Respecto a los procesos de canonización de los últimos pontífices, no deja de producir extrañeza tanto empeño en declararlos santos y subirlos a los altares cuando, precisamente por sus decretos, en los altares ya no hay sitio para los santos.
Digo todo esto advirtiendo que si alguno tiene ciencia sobre esto que me corrija donde lo merezca.

Jorge dijo...

Ciertamente, Roberto de Mattei no es ni Ratzinger ni Benedicto XVI.

sofronio dijo...

¿Y que debo emular de la vida ejemplar de este hombre? ¿Acaso debo dedicarme a besar el Corán, o el Talmud,a rezar con los infieles, o a que me pongan el signo de Shiva en la frente y ya puestos el 666?

Este es un escándalo mayúsculo y una impiedad, que escandaliza a los sencillos. Más les valiera que les pusieran una piedra de molino al cuello...

Anónimo dijo...

Quedémonos en un planteamiento de mínimos: no es absolutamente cierto que todo Santo sea un modelo a seguir, al menos en todas sus conductas. En el caso concreto de Juan Pablo II si hubiera que decir en lo modélicamente que aceptó la cruz del terrible Parkinson que le afligió al final de su vida, yo diría que sí; pero si las aberraciones que cometió en los encuentros ecuménicos de Asís son modélicas, evidentemente no. Hay muchos Santos con más contraejemplos en sus vidas que con ejemplos edificantes.
Menos aún se puede sostener que la canonización canoniza su Pontificado. Ahí está el ejemplo de San Pedro Celestino, un pésimo Papa, pero Santo a fin de cuentas. Dante Alighieri, que lo tenía más cerca, no tuvo empacho en meterle en el Infierno. Y creo que en algún lugar más profundo si del Dante hubiera dependido. Yo, literariamente, me hubiera conformado con dejar algún tiempo más a Juan Pablo II en el Purgatorio. Eso sí, un Purgatorio no acelerado ni comprimido.

http://casadesarto.blogspot.com.ar/2014/04/carta-abierta-la-honda-de-david-sobre.html