jueves, 29 de enero de 2015

¿"No sirve la política"?

Madrid, 26 enero 2015, San Policarpo, obispo y mártir. [FAROagencia] Hace cuatro días se firmó el decreto que reconoce las virtudes heroicas del carlista don Luis de Trelles y Noguerol (Viveiro, Galicia, 1819 - Zamora, 1891), apóstol de la eucaristía; jurista, político y periodista; ejemplo de caridad, celo apostólico y militancia contrarrevolucionaria;fundador de la Adoración Nocturna Española.
Tal reconocimiento debe producir, sin duda, alegría. Aunque ésta resulte velada por las dudas razonables que desde hace algunos años pesan sobre los modificados procesos de beatificación. Lo que vuelve a llamar la atención es el propósito manifiesto de los medios, eclesiásticos o no, de ocultar o desfigurar el carlismo de don Luis de Trelles.

Así, Religión en Libertad, bajo el título oportunista y algo ridículo de "Reconocida la virtud heroica de un político español que dejó su partido porque incumplía el programa", dice cosas como que "Luis de Trelles fue toda su vida un defensor de los marginados, y durante la Tercera Guerra Carlista organizó un canje de prisioneros de guerra que liberó de la prisión, el destierro o la muerte a 23.000 personas, quizá más según se amplíen las investigaciones más recientes. En cierto sentido, fue el creador de la idea y práctica de comisiones mediadoras para guerras civiles, que abundaron en el siglo XIX español". Vamos, como si el hombre de confianza del Rey Don Carlos VII hubiera sido neutral en esa guerra. O InfoCatólica, que se permite publicar: "Cuando el carlismo fue derrotado, Trelles comprendió que para defender la unidad católica de España y la Iglesia no servía la política, y que sólo la oración puede salvar a la Iglesia".
La realidad es bien distinta. Luis de Trelles, tras abandonar el partido moderado, abrazó con toda convicción la causa carlista, que ya no abandonaría hasta su muerte. Su obra principal, la Adoración Nocturna Española, estuvo estrechamente relacionada con el Carlismo. Los carlistas que pasan de los cincuenta años recuerdan cómo las directivas locales de la Adoración Nocturna a menudo casi coincidían con las juntas locales de la Comunión Tradicionalista. Y como tal, desde su fundación en 1877 (en Madrid, nada menos que frente al Congreso de los Diputados: frente a él, y en contra suya) los gobiernos de la usurpación liberal persiguieron a la Adoración Nocturna, sospechosa de ocultar conspiraciones carlistas.

Los vínculos continúan en la actualidad. Por poner un ejemplo señero: el profesor Miguel Ayuso (quien fuera jefe de la Secretaría Política de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón y es en la actualidad presidente del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II) ha participado con la Adoración Nocturna y con la luego constituida Fundación Luis de Trellesen distintas jornadas para difundir la figura y pensamiento de éste: en el Monasterio de Poyo (1991), en Segovia (1995), en Plasencia (1997), en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación (2007) y en San Lorenzo del Escorial (2013).
Como se decía en un despacho de FARO en octubre de 2011, con ocasión de la beatificación de la religiosa carlistaAna María Janer Anglarill: "Lo mismo [ocultar su militancia carlista] se ha hecho y continúa haciendo con la Madre Joaquina Vedruna, con el carmelita Francisco Palau y Quer, con Luis de Trelles (fundador de la Adoración Nocturna), con el Padre Mañanet... Todos ellos carlistas convencidos, se les pretende convertir en una especie de 'humanitarios solidarios' a la usanza neomodernista. Que no puede arrostrar un hecho sencillo: el liberalismo --de cuyo lado están ellos-- no produce santos. El Carlismo sí, porque ser carlista es ser católico, a la española usanza, con todas las consecuencias; porque deben los cristianos prestar acatamiento al Rey legítimo, a la Ley de Dios y a las justas y prudentes leyes de sus antepasados".

lunes, 26 de enero de 2015

Esto y aquello


Es un «signo de los tiempos» (signo de descomposición) el frecuente olvido del «et, et» (esto y aquello), cuando se predica de realidades distintas pero complementarias, y la asunción del «aut, aut» (esto o aquello), que contrapone dialécticamente y de manera artificiosa. Los ejemplos son abundantes. Tomamos uno ofrecido por Ratzinger:
«No existe ninguna diferencia entre lo que hoy se suele contraponer como ortodoxia y ortopraxis, como doctrina recta y obrar recto, reflejando por lo general un tono más bien despectivo con respecto a la palabra «ortodoxia»: a quien tiene recta doctrina se le presenta como de corazón estrecho, rígido, potencialmente intolerante. En definitiva, todo dependería del obrar recto, mientras que sobre la doctrina se podría discutir siempre. Sólo serían importantes los frutos que la doctrina produce, mientras que sería indiferente por qué caminos se llega a las acciones justas.
Esa contraposición habría sido incomprensible e inaceptable para la Iglesia antigua, comenzando por el hecho de que la palabra “ortodoxia” no significaba “recta doctrina”: significaba la adoración y glorificación auténtica de Dios».
Otro ejemplo lo tenemos en el sacramento de la confesión. Ciertamente el ministro del sacramento ha de actuar como juez. Pero no sólo como juez, sino también como médico. Como juez, el sacerdote ha de juzgar de la gravedad de los pecados; de la integridad de la confesión; de las disposiciones del penitente. Teniendo siempre presente la infinita majestad de Dios ofendido, ha de ser juez que condene el pecado y absuelva al pecador arrepentido. Y ha de ayudarle a formar una conciencia recta, cierta y segura. Como médico: en cuanto que todo pecado es una enfermedad del alma; el confesor ha de diagnosticar esa enfermedad y detectar sus causas y raíces profundas; proponer el remedio medicinal, adecuado al penitente y a los pecados; curar las heridas (secuelas del pecado) en el alma; imponer una satisfacción.
Sería, por tanto, una contraposición forzada decir que «la confesión no es un juicio, sino una medicina»; o afirmar que «la confesión no es medicina, sino un juicio». Porque la confesión es un sacramento que conjuga ambos aspectos de modo complementario: es juicio y medicina. El equívoco se evitaría introduciendo un adverbio: «sólo», «solamente», «únicamente», «exclusivamente»…
También sería una contraposición artificiosa decir «la confesión es un juicio, y no un encuentro». Porque la confesión es, además de juicio y medicina, un «encuentro» con Cristo que es quien perdona los pecados por la mediación del ministro. El término «encuentro» significa la acción de Cristo por medio de los sacramentos y en este sentido lo emplea el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1097; 1153).
¿Dijo Francisco que la «confesión no es un juicio, sino un encuentro con Dios que perdona»? Así titula la agencia AICA, entre otras. Pero la agencia oficial del vaticano añade la conclusión de sus palabras según las cuales la confesión «más que un juicio, es un encuentro». 
Una vez más, hacemos nuestra la opinión de don Terzio:
«Desde que comenzaron, dijimos lo que pensábamos: Que los sermoncitos de las Misas de Stª Marta eran impropios del Papa, no apropiados ni a su ministerio ni a sus circunstancias. No recuerdo uno que no haya sido decepcionante, tratándose de quien se trata. El Papa no es, no puede ser, un cura de parroquia que improvisa e hilvana una reflexión desde el ambón. Francisco no puede ser Don Jorge. Pero se empeña en no dejar de serlo, para consternación de quienes mantenemos que el Papa se debe  a sí mismo una dignidad incompatible con las formas francisquistas»


sábado, 24 de enero de 2015

Diálogo con el Islam: no al baile de máscaras (II)


102. Se afirma con frecuencia que cristianos y musulmanes pueden colaborar en muchos campos: la promoción de la paz, la defensa de la vida (aborto, eutanasia, manipulaciones genéticas), y, en general, en temas relacionados con los así llamados «valores comunes». Pero ¿cuál es el auténtico fundamento del diálogo? ¿Es un fundamento de tipo ético o hay algo más radical sobre el que éste se pueda fundamentar en el plano antropológico?
Es menester plantear una premisa. Para el cristiano, la razón es un dato que pertenece a la naturaleza humana, que invita al hombre a preguntarse por el significado y por las implicaciones últimas de su existencia y de todo el universo, y que llega a hacerle intuir la existencia del Misterio, de Dios, el cual se manifiesta en la Revelación. Desde esta perspectiva abierta por el cristianismo existe, pues, un punto de partida que es común a todos los hombres, un dato de la naturaleza que se desarrolla y llega a plenitud por el encuentro con el significado último de la realidad, pero que todos pueden compartir. En este sentido la noción de derecho natural representa un terreno común entre el creyente y el que no lo es, y permite el reconocimiento de los llamados derechos universales.
Por otra parte, en la visión bíblica, el hombre (y no el «creyente») ha sido creado a imagen de Dios (45). Por consiguiente, todos los hombres pueden encontrar esta «imagen» divina, que servirá de valor común a la humanidad, si intentan ahondar en el sentido de la vida y purificarse a sí mismos.
El musulmán, en cambio, considera inconcebible hablar de derecho natural, a no ser en el interior de la ley religiosa (la sharPa) entregada al hombre por Dios, con la convicción de que no existe un dato universal que no esté incluido ya previamente en la concepción islámica de la vida. Mientras que en el cristianismo se parte de la razón y se llega a la Revelación, en la concepción islámica clásica la Revelación precede a la razón y «prevalece» sobre la misma, la engloba. En árabe se dice que el islam es din al fítra, la religión natural del hombre. Por otra parte, es interesante observar que muchos musulmanes, y no de hoy precisamente, atribuyen al derecho natural una dignidad propia y autónoma respecto a la ley religiosa, aunque esto no pertenece a la tradición clásica. Este hecho es muy importante, tanto porque puede contribuir a la evolución del pensamiento islámico, como porque permite reconocer también los derechos fundamentales a quienes no pertenecen a la comunidad islámica.
En este marco, el papel de los cristianos es fundamental, porque pueden ayudar a llevar a cabo este discernimiento, tal vez tomando impulso en esos valores que son definidos y practicados como «valores comunes». Es verdad que estos valores no constituyen el fundamento del diálogo, pero representan la ocasión histórica que hacen encontrarse a cristianos y musulmanes, y que los fieles de ambas religiones pueden compartir, por los cuales pueden luchar, aun llegando por itinerarios lógicos y antropológicos diferentes. El fundamento del diálogo no es, por tanto, un conjunto de afirmaciones teóricas, ni una serie de valores, sino más bien la condición humana común, que implica la apertura al Misterio, a la dimensión religiosa de la vida. Pretendo decir que sería erróneo negar, en nombre de las irreductibles diferencias que existen también, la posibilidad de emprender itinerarios comunes y de entendimientos en algunos aspectos específicos, aunque debemos ser conscientes de que, posiblemente, llegaremos a algunos puntos cruciales en los que, después de haber recorrido un trecho del camino común, nuestros itinerarios vuelven a separarse. Por ejemplo, cuando se trata el problema de la igualdad entre el hombre y la mujer, en el que, mientras que el cristiano reconoce la validez del derecho natural, el musulmán afirma el primado de la ley religiosa que niega esta igualdad.
Como puede verse, se trata de un camino compuesto de llanuras y de repechos muy accidentados, hace falta un buen entrenamiento para seguir recorriéndolo.

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(45) Esto es absolutamente negado por el islam. Muchos investigadores musulmanes creen encontrar en un hadiz de Mahoma («Dios ha creado al hombre a su imagen») el equivalente al versículo bíblico (Gn 2). En realidad, el sentido del adjetivo «su» en el islam es «a imagen del hombre», mientras que en el texto bíblico es «a imagen de Dios», como se explícita en el resto del versículo. 

Tomado de:

Samir, K. Cien preguntas sobre el Islam. Ed. Encuentro, 2001, ps. 165-167.


miércoles, 21 de enero de 2015

De conejos y «chantas»







En la entrada anterior expresamos nuestra crítica a las recientes expresiones del Papa sobre la procreación y los conejos. El tema ha sido objeto de interesantes debates en otras bitácoras, por lo que nos resulta difícil decir algo que sea novedoso u original. Pero también puede dar lugar a un sano y olvidado ejercicio escolástico: la disputatio. Que tiene por finalidad –como ya todos sabemos- el esclarecimiento de una verdad mediante la confrontación de argumentos.
Reproducimos ahora una traducción más completa y fiel de las palabras del Papa que la ofrecida por el diario La Nación. Para calibrar mejor las críticas resulta imprescindible leer estas palabras:
- Francisco: La apertura a la vida es condición para el sacramento del matrimonio. Pablo VI estudió esto: cómo hacer para ayudar, muchos casos, muchos problemas… muchos problemas que tocan el amor de la familia. Pero había algo más, el rechazo de Pablo VI (en la encíclica Humanae vitae, que decía no a la anticoncepción, ndr) no se relacionaba solo con casos personales: les dijo a los confesores que fueran comprensivos y misericordiosos. Él veía el neo-malthusianismo  universal que buscaba un control de los nacimientos por parte de las potencias: menos del uno por ciento de los nacimientos en Italia, lo mismo en España. Esto no significa que el cristiano deba tener hijos en serie. Regañé a una mujer que se encontraba en el octavo embarazo y había tenido siete cesáreas: ‘¿Quiere dejar huérfanos a sus hijos? No hay que tentar a Dios…’ Pero, quería decir que Pablo VI era un profeta.
- Periodista: Usted ha hablado de tantos niños y de su alegría, pero según los sondeos la mayoría de los filipinos piensa que el crecimiento enorme de la población sea una de las razones de la pobreza en el país. Normalmente una mujer da a la luz más de tres hijos. La posición de la Iglesia sobre la anticoncepción es una de las cosas con las cuales mucha gente no está de acuerdo con la Iglesia.
- Francisco: Yo creo que el número de tres hijos por familia que usted menciona, según lo que dicen los técnicos, es el número importante para mantener la población. Cuando baja por debajo de este límite, ocurre el otro extremo, lo que ocurre en Italia donde en el 2024 -he escuchado, no se si es verdad- no habrá dinero para pagar a los pensionados… La palabra clave para responder, que usa la Iglesia y que uso también yo, es la de paternidad responsable y cada persona, en el diálogo con su pastor, busca cómo hacer esta paternidad. El ejemplo que he mencionado hace un momento de esa mujer que esperaba el octavo hijo y tenía siete nacidos por cesárea, esta es una irresponsabilidad: “No, pero yo confío en Dios…”, decía. Si, Dios te da los medios, pero perdóname eh, existe quien cree que para ser buenos católicos debemos ser como conejos, ¿no? Paternidad responsable: por esto en la Iglesia existen grupos matrimoniales, los expertos en estas cuestiones y existen los pastores, y yo conozco tantas y tantas vías de salida lícitas, que han ayudado para esto. Y otra cosa: para la gente pobre un hijo es un tesoro, es verdad que se debe ser también prudentes, pero el hijo es un tesoro. Paternidad responsable pero también mirar con generosidad a aquel papá o a aquella mamá que ve en el hijo o en la hija un tesoro.
Andrés Beltramo, realiza algunas puntualizaciones que pueden dar lugar a un debate interesante:
…Me remito sólo a un par de anotaciones al margen. Primero: Por cómo algunos medios manejaron la noticia y por la reacción de diversos fieles, quedó flotando la idea de una crítica, casi una burla, del Papa a las familias numerosas. Pero si se lee la declaración completa, resulta evidente que no es así.
Encontré al menos un diario italiano que tituló: “La familia según Francisco, tres hijos por pareja”. Como si el pontífice hubiese prescrito a los católicos no procrear más de esa cantidad de bebés, cuando en realidad dijo exactamente lo contrario. Ante una pregunta con trampa, que intentaba clasificar a los hijos como la causa de la pobreza en las familias, respondió constatando lo obvio: que la población crece sólo a partir del tercer hijo, porque tener dos equivale a un crecimiento cero, fenómeno que tiene efectos negativos sobre la sustentabilidad de la economía a largo plazo.
Segundo apunte: La frase de la polémica. “Existe quien cree que para ser buenos católicos debemos ser como conejos, ¿no?”. Personalmente creo la frase utilizada fue poco feliz, ciertamente desafortunada, producto del diálogo de corrido. Pero en el contexto no me parece ni un insulto, ni una crítica a las familias numerosas, ni un menosprecio hacia los hijos. En todo caso fue una crítica a quienes vinculan, casi obligatoria y hasta ideológicamente, la “calidad” del propio catolicismo a la cantidad de pequeños que integran sus respectivas familias. Conozco más de uno de ellos. E incluso algún venerando movimiento de la Iglesia que incurre en este error.
No obstante, en la misma entrevista (que, repito, es mejor leer completa) el Papa alabó a su predecesor, Pablo VI, y su encíclica Humanae Vitae, que suscribió la negativa de la Iglesia a los métodos anticonceptivos artificiales. Y fue muy claro al recordar que Montini redactó ese texto, sobre todo, para oponerse a la mentalidad “neo-malthusiana”. Es decir, a una corriente social que pretendía, desde el poder, reducir la población a través del drástico descenso en el número de nuevos nacimientos. Mentalidad que, evidentemente Bergoglio no apoya, más bien todo lo contrario. Baste sólo recordar la reciente audiencia que brindó cientos de familias numerosas de Italia y de Europa.
¿A qué vino, entonces, la reprensión de Francisco a una mujer que iba por su octavo embarazo luego de siete cesáreas? Queda claro que no intentaba ridiculizar a quienes tienen muchos hijos. El centro de su reto no fueron los pequeños, ni la familia, sino los riesgos (concretos) que pueden conllevar los embarazos sucesivos. Y la obligación para los esposos, también, de ejercer una paternidad responsable en esos casos extremos. A veces, por paradójico que pueda resultar, se llega a ejercer la paternidad responsable no teniendo hijos. Por eso el Papa recomendó directamente a cada pareja encontrar el camino consultando con el propio pastor.
El tema es delicado, porque se trata de lo más sagrado que el ser humano puede tener: la familia. Quien quiera puede sentirse molesto con la frase de los conejos, incluso después de haber leído completas las declaraciones de Francisco. Está en todo su derecho. Pero tampoco me parece lícito estar a la caza de cada dicho del pontífice para alimentar la desconfianza mencionada arriba. Desconfianza que, en realidad, puede esconder un insano deseo por tomar cotidiana distancia del vicario de Cristo.
Honestamente, no tenemos conocimientos demográficos y económicos que nos permitan opinar si Beltramo acierta o no cuando sostiene que «la población crece sólo a partir del tercer hijo, porque tener dos equivale a un crecimiento cero, fenómeno que tiene efectos negativos sobre la sustentabilidad de la economía a largo plazo».  Coincidimos con Beltramo al criticar en el pasado «a quienes vinculan, casi obligatoria y hasta ideológicamente, la “calidad” del propio catolicismo a la cantidad de pequeños que integran sus respectivas familias». Es posible que, como sostiene Beltramo, algunos cultiven una «desconfianza [que] parte de lecturas parciales o directamente distorsionadas de lo que dice el Papa»; también que se alimente un «insano deseo por tomar cotidiana distancia del vicario de Cristo»; conociendo las heridas del pecado original, y nuestras miserias personales, no estamos en condiciones de arrojar piedras, ni primeras, ni últimas; y podemos caer en estos y muchos otros defectos. Con todo, quienes pensamos que el Pontificado de Francisco es calamitoso, y procuramos practicar una legítima resistencia a sus calamidades, tenemos que cuidarnos mucho de que nuestra resistencia no sea «chanta» porque la mala defensa de las buenas causas es el peor «favor» que se les puede hacer.

P.S.: el sitio internet de Radio Vaticano censuró la alusión a los «conejos», pero ofrece una traducción completa de una catequesis en la cual «exculpa» a las familias numerosas de la pobreza... Más información, aquí.

martes, 20 de enero de 2015

Dejate conejear


«Bergogliadas» y «bergoglemas» son una realidad con la cual nos bombardean los medios de comunicación. Y como bien apunta un amigo «es muy poco tradicional esta necesidad de información por cada una de las palabras y gestos del Romano Pontífice en su quehacer diario. En la época de Benedicto XIV nos pasaríamos el día escrutando cada una de las palabras malsonantes con que respondía este pontífice a los contratiempos de su vida diaria».
No obstante, a veces se hace necesario decir algo por amor a la verdad, y para ayudar al prójimo, que puede confundirse. Lo que nos parece sucede a raíz de recientes declaraciones del papa Francisco, que transcribimos del diario La Nación (Argentina):
«Al destacar que Pablo VI fue muy valiente al prever la llegada del neomalthusianismo que dio lugar al drama de la baja natalidad que afecta hoy a Occidente -en especial a países como Italia y España-, el Papa indicó: "La palabra clave es la que usa la Iglesia siempre y yo también: paternidad responsable".
"¿Cómo se hace esto? Con el diálogo. Cada persona con su pastor debe tratar de ver cómo hacer esa paternidad", indicó. Y recordó que hace algunos meses en una parroquia él retó a una mujer que esperaba el octavo hijo luego de haber tenido otros siete por cesárea. "¿Quiere dejar huérfanos a siete? ¡Esto significa tentar a Dios! Esto es una irresponsabilidad. «No, yo confío en Dios.» «Mirá, Dios te da los medios, sé responsable.» ¡Pero esos creen, y disculpen la palabra, que para ser buenos católicos debemos ser como conejos!", exclamó, haciendo estallar risas en el avión.
El Papa subrayó que Pablo VI "no fue un anticuado ni un cerrado", sino que fue "un profeta que advirtió la llegada del neomalthusianismo, que buscaba el control de la natalidad de parte de las potencias". Eso tampoco significa que un cristiano "tiene que hacer hijos en serie".
Al reiterar que la clave es la paternidad responsable, recordó: "Por eso en la Iglesia hay grupos matrimoniales, hay expertos, hay pastores. Yo conozco muchas vías de salida lícitas que han ayudado".
No obstante, también destacó que hay que tener en cuenta esa "generosidad de ese papá y esa mamá que ven en cada hijo un tesoro".
"Lo curioso es que para la gente más pobre un hijo es un tesoro, es verdad que hay que ser también más prudente. Dios sabe cómo ayudarlos, pero quizás algunos no son prudentes", concluyó»
Para comenzar, justo es reconocer que la metáfora empleada ha sido muy poco feliz. Como señala el amigo arriba citado las «…metáforas floridas y las analogías excesivas e imprecisas son el pan de cada día de la homilética y el magisterio ordinario de un tiempo a esta parte y más bien confunden que iluminan». Y esto cuando no resultan ofensivas.
Si se toma la metáfora literalmente, no cabe otra conclusión que dar razón a los titulares de la prensa, pues para ser buen católico se necesita cumplir los Mandamientos. Y procrear «como conejos» no es cumplir con los mandamientos sino reproducirse como un animal. Los esposos cristianos no son simples animales, sino seres racionales; bautizados redimidos por Cristo, que han recibido un sacramento para santificar la procreación y educación de la prole. Tienen, por ello, una singular dignidad ontológica que están llamados a poner en práctica mediante un obrar virtuoso, que implica una regulación prudencial de la sexualidad conyugal (ver aquí, aquí y aquí).
Cabe la posibilidad de entender la metáfora como un insulto a la familia numerosa. Pero el ejemplo de la mujer que ha tenido siete cesáreas puede encuadrarse dentro de lo que Pío XII denominó «motivos morales suficientes y seguros» para la continencia periódica.
Por último, es bastante probable que los medios de comunicación interpreten la metáfora como un guiño favorable a la mentalidad contraceptiva imperante. No es algo que se desprenda del texto que hemos reproducido arriba, pero es un resultado previsible a causa del tenor de las expresiones usadas.
En conclusión, estas malas interpretaciones y perplejidades -que en parte son inevitables- serían menos frecuentes si el Papa enseñara con la claridad de sus predecesores de antaño, abandonara lo que en términos literarios se llama «pastiche», y asumiera cabalmente que su función es confirmar en la fe y no obtener popularidad mediática.

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* N. de R.: en la jerga de los cazadores de algunos países de Hispanoamérica el verbo «conejear» designa la caza de conejos. Con este significado titulamos nuestra entrada. Si fuera otro el significado, titularíamos "No conejearás"; pero preferimos no hacer paráfrasis bromista con los Mandamientos, que son palabra de Dios. 



P. S.: Acabamos de leer en Vatican Insider que habló de «tres hijos por familia» como número recomendado por los técnicos para «mantener a la población» (lo cual huele a intromisión en ámbitos científico-técnicos, ajenos al objeto directo del Magisterio).  

sábado, 17 de enero de 2015

Diálogo con el Islam: no al baile de máscaras (I)


Un baile de máscaras (o bal masqué) es un evento en el cual los participantes asisten en disfraces utilizando una máscara. La mascarada era una forma de entretenimiento cortesano festivo que floreció en Europa entre el siglo XVI y principios del XVIII. Implicaba el uso de la música y la danza, del canto y de la interpretación, dentro de una elaborada escenografía, en la cual el marco arquitectónico y el vestuario podían estar diseñados por un arquitecto renombrado, para representar una alegoría diferente que halagara al patrón. Los actores profesionales y los músicos se contrataban para los aspectos hablados y cantados de la mascarada.
La comparación del diálogo interreligioso con el Islam con un baile de máscaras es un acierto del jesuita de cuyo libro tomamos esta entrada. Y la comparación sería más fecunda, pensamos nosotros, si se hiciese con una mascarada, porque hay toda una puesta en escena en la que abundan, además de las máscaras, cortesanos,  escenografía,  actores profesionales, músicos...  

101. Hasta ahora hemos visto cómo se relaciona el islam con las religiones monoteístas y cómo se considera la figura de Jesús en el Corán. Pasemos ahora a considerar el valor y los límites del diálogo entre cristianos y musulmanes. Se trata de un tema debatido y controvertido, un tema del que se ofrecen lecturas e interpretaciones muy diferentes. En primer lugar, ¿qué se entiende por diálogo? ¿Cuál es la posición más auténtica y realista por parte cristiana en un encuentro con el interlocutor musulmán? 
Más que una actividad reservada a los teólogos o un lujo sólo al alcance de pocos intelectuales, me parece que, en nuestra época, el diálogo representa a partir de ahora un desafío al que millones de personas están llamadas a hacer frente en una dimensión cotidiana también en Europa. Es la realidad lo que hace encontrarse cada día a cristianos y musulmanes en las más diversas circunstancias, y estos encuentros —en la escuela, en los lugares de trabajo, en el barrio o en el edificio en que habitan— representan el terreno adecuado para comprobar la posibilidad de entrar en comunicación, de hacer brotar las diferencias y de intercambiar las recíprocas riquezas, lo que cada uno considera importante para él y para el otro. Ahora bien, estoy igualmente convencido de que es preciso limpiar el campo de algunos equívocos que durante estos años se han sedimentado en la palabra «diálogo».
La condición preliminar para dialogar es que haya dos voces, y que ambas sigan siendo distintas, que cada una sea expresión de un sujeto con un rostro y una identidad definidos. Hoy en cambio, especialmente en el campo cristiano, está de moda el «baile de máscaras», en el que parece necesario camuflarse y cubrir el propio rostro para estar frente al otro: es el diálogo del mínimo común denominador, de los así llamados valores comunes buscados a cualquier precio como punto de partida antes que como posible resultado de un camino. Esta posición está animada a menudo por buenos sentimientos y por un deseo auténtico de encuentro, pero no lleva muy lejos, y me parece que ni siquiera ayuda a comprenderse más, ni pone las premisas para una mejor convivencia. Si miro sólo lo que tenemos en común, corro el riesgo de acabar pensando que, en resumidas cuentas, mi interlocutor y yo somos del mismo parecer, tal vez con algunas pequeñas diferencias que pueden ser dejadas de lado. Ahora bien, el día en que uno de los dos descubra que no es así, podría disminuir o perder del todo su credibilidad en lo que, hasta ese momento, habíamos dicho y hecho: sería como despertarse de un hermoso sueño y descubrir de repente que la realidad es muy distinta. Insisto: el diálogo no consiste en decir lo que le gusta al interlocutor que tenemos enfrente, eso pertenece más bien a la diplomacia. El diálogo auténtico requiere amor a la verdad a cualquier precio y respeto al otro en su integridad, no es minimalista, sino exigente.
Si la primera condición que deben exigirse por ambas partes los interlocutores es la conciencia de sí, de su propia identidad, la segunda es el deseo de dar a conocer al otro la propia posición de una manera integral (no sólo en aquellas partes que no le molestan o no suscitan interrogantes) y conocer la del otro en toda su complejidad, a fin de aprender a discernir y comprender a la persona que tenemos enfrente. Para los cristianos eso significa, por ejemplo, no poner entre paréntesis los aspectos que constituyen el núcleo central de su fe como la encarnación, la muerte y resurrección de Jesús, verdadero hombre y verdadero Dios, la dimensión trinitaria de Dios. Y significa asimismo no «contentarse» con la proclamación común del monoteísmo (que también es una dimensión muy importante), o con la admiración que siente el Corán por la figura de Jesús, que, no obstante, como ya hemos visto, queda reducido al papel de un gran profeta sin más, ignorando de hecho su característica más importante: la de ser el autor de la salvación para todos los hombres.
Por parte cristiana, no se debe olvidar que presentar sólo una parte de la propia fe o reducir su densidad por miedo a ofender, decepcionar o provocar escándalo, no hace más que confirmar al interlocutor musulmán en la convicción (muy difundida en los países islámicos, aunque también en la emigración) de que el cristiano es un creyente que no ha completado aún su camino para llegar a la plenitud de la verdad, que sólo estaría revelada en el Corán. Cada vez que voy a Inglaterra me quedo sorprendido cuando veo escrito con grandes letras en la pared de la mezquita de Birminghan, que se encuentra en el camino hacia el aeropuerto: «Read the Koran, the Last Testament» (Lee el Corán, el Último Testamento).
Igualmente equívocos, y a menudo perjudiciales para una recíproca claridad, se han revelado algunos comportamientos prácticos adoptados en estos últimos años, casi siempre de buena fe, aunque también con una fuerte dosis de ingenuidad o escasa conciencia de lo que se estaba haciendo. En nombre de la solidaridad, de la fraternidad o de la «fe en el único Dios», se han cedido locales parroquiales o incluso espacios en las iglesias a las comunidades musulmanas para la oración, olvidando que, para los seguidores de Mahoma, esto puede significar, más que un favor, una rendición, una especie de abdicación de la propia fe y un reconocimiento implícito de la superioridad del islam. No hemos de olvidar que, según el pensamiento islámico, un lugar que ha sido hecho sagrado para el islam no se puede ya secularizar y es considerado, aunque sea de una manera implícita y sin una formalización de tipo jurídico, como una especie de propiedad islámica.
Tomado de:
Samir, K. Cien preguntas sobre el Islam. Ed. Encuentro, 2001, ps. 163-165.

jueves, 15 de enero de 2015

Un testimonio sobre el Yunque


La web forumlibertas ofrece un extenso reportaje a Victoria Uroz sobre la organización secreta el Yunque en España. Damos los enlaces para quien pueda estar interesado.

I. “El Yunque es el mayor problema al que se enfrentan los laicos católicos en España”

II. “El Yunque es un desafío que no tiene precedentes en la historia de la Iglesia”

III. “Los medios de comunicación de orientación cristiana están infiltrados por miembros del Yunque”


martes, 13 de enero de 2015

¿Un Islam bueno?

¿Un islam bueno… y otro malo?
Por Javier Ruiz Portella
Antes de los «terribles acontecimientos de estos días en París»… No, esto es Neolengua. Antes de las primeras escaramuzas de la guerra que nos acaba de ser declarada —una nadería al lado de lo que nos espera—, las cosas ya estaban bien claras. Pero la mayoría se empeñaba en no verlas. Ahora, más que claras las cosas ya están translúcidas  —y, sin embargo, los ojos seguirán cerrados. Una sola diferencia: disminuirá el número de los ciegos, y si hoy mismose hiciese  un sondeo, ya serían quizá un 30% los que dijeran «Keep calm and vote Le Pen».[1]
Después de cada escaramuza, después de cada nueva batalla, los ciegos, es cierto, serán un poco menos numerosos. Pero lo serán sobre todo entre la buena gente, entre el pueblo. Por lo que a nuestras pretendidas «élites» se refiere… Hablemos de ellas, de estos escogidos ciegos en cuyas primeras filas figuran los medios de comunicación del sistema. En ninguno de ellos se enterará uno, por ejemplo, de que las redes sociales se incendiaron estos días con mensajes que festejaban la matanza de Charlie-Hebdoi («¡Estos hijos de puta lo tienen bien merecido!», «Soy Muslim y amo a mi Profeta», etc.) Tampoco es en los medios oficiales donde se informa de que, una vez abatidos los tres terroristas, «los jóvenes de los barrios en dificultad» siguieron practicando «el vivamos juntos» (así habla la Neolengua) mediante mensajes del siguiente tenor: «¡Gloria a los hermanos caídos!», «¡Muertos como mártires!», «¡Que Nuestro Señor Alá les abra las puertas del Paraíso!», etc.
Ni en Le Monde, ni en Libération, ni en Le Figaro leerá uno tales cosas. Figura, sin embargo, en este último periódico un artículo sobre el eco que el minuto de silencio del pasado jueves obtuvo en los centros docentes de los «barrios sensibles». Su sensibilidad es tal que el minuto de silencio se convirtió a menudo… en un minuto de odio.
«“Te la pego con el kalash" (abreviatura para  kalashnikof), le soltó a su profesora  un alumno de 14 años.», leemos en Le Figaro. El cual sigue diciendo: «En una colegio elemental de Seine-Saint-Denis (suburbio parisino de alta concentración inmigratoria), al menos el 80% de los alumnos de una clase se negaron a efectuar el minuto de silencio». A ello se le podría añadir que en muchos centros el minuto de silencio fue interrumpido por los mismos gritos que resonaron en Charlie-Hebdo:«¡Allahu Akbar!» («¡Alá es grande!»). Lo anterior, sin embargo, ya no lo dice el periódico: me lo han contado unos amigos profesores. Hubo también alumnos que se intentaron razonar…. Por ejemplo, ese que, con sus 11 añitos a cuestas, le soltó a su maestro: «Usted no lo comprende [en Francia, hasta en tales sitios aún se habla de usted al profesorado]. Esa gente no hubiera tenido que dibujar al Profeta. ¡Está por encima de los hombres!». ¡Criatura!… También cabe destacar el caso de una profesora que en su página Facebook explica que fue acogida a las 8 de la mañana con gritos de «¡Viva los que los han matado!», después de lo cual pidió ser mutada a otro centro.
Quienes lean en francés encontrarán aquí otros ejemplos. Pero hay que leerlos sin hacer caso del titular: «Minutos de silencio para Charlie-Hebdo. Algunos patinazos en los colegios». Punto. ¿En los colegios… de dónde? ¡En los de toda Francia, cielo santo!, concluirá el lector que, horrorizado, sólo podrá recuperarse del susto al leer el texto del artículo. No fue, por supuesto, en el conjunto de Francia donde se produjeron tales «patinazos» (traducción: tales boicots). La islamización aún no ha llegado a tales extremos. Los boicots sólo tuvieron lugar ahí donde la Gran Sustitución de poblaciones ya ha producido las más profundas sustituciones.
El día en que los alumnos de la inmigración musulmana respondan con emocionado respeto a semejante minuto de silencio; el día en que esa misma inmigración exprese en las redes sociales su profundo desprecio por los asesinos que dicen actuar en nombre de su religión; el día en que decenas de miles de musulmanes bajen de los suburbios para manifestar un horror que, por ello mismo, aún debería ser más considerable en su caso: sólo ese día podré empezar a tomar en serio a quienes pretenden que hay un buen islam profundamente opuesto al malo. Hasta entonces seguiré pensando que hay, por supuesto, dos islams, todo lo distintos que se quiera, pero uno de los cuales es, por así decirlo, como la vanguardia del otro: como la avanzadilla de ese otro islam, pacífico y mayoritario, no cabe duda, pero que, además de sus ritos, practica un bien conocido proverbio: El que calla otorga.
_________
[1] Tal fue el tweet que lanzó papá Le Pen el día de la toma de rehenes.

Visto en:
http://elmanifiesto.com/articulos.asp?idarticulo=4964


P.S.: Un recomendable artículo de Luis Mª Sandoval sobre los males del Islam, aquí.




lunes, 12 de enero de 2015

Cayetano y el papa hereje


Reproducimos la traducción publicada por la bitácora bensonians del cap. XX del De acutoritate papae et concilii del cardenal Cayetano, fuente común de toda la escuela tomista en todo lo relativo a la hipótesis del papa hereje. 

sábado, 10 de enero de 2015

Una dosis de sentido común


En Rusia vivid como rusos! Cualquier minoría, de cualquier parte, que quiera vivir en Rusia, trabajar y comer en Rusia, debe hablar ruso y debe respetar las leyes rusas.
Si ellos prefiere la Ley Sharia y vivir una vida de musulmanes les aconsejamos que se vayan a aquellos lugares donde esa sea la ley del Estado.
Rusia no necesita minorías musulmanas, esas minorías necesitan a Rusia y no les garantizamos privilegios especiales ni tratamos de cambiar nuestras leyes adaptándolas a sus deseos.
No importa lo alto que exclamen “discriminación”, no toleraremos faltas de respeto hacia nuestra cultura rusa.
Debemos aprender mucho de los suicidios de América, Inglaterra, Holanda y Francia si queremos sobrevivir como nación.
Los musulmanes están venciendo en esos países y no lo lograrán en Rusia.
Las tradiciones y costumbres rusas no son compatibles con la falta de cultura y formas primitivas de la Ley Sharia y los musulmanes.
Cuando este honorable cuerpo legislativo piense crear nuevas leyes, deberá tener en mente primero el interés nacional ruso, observando que las minorías musulmanas no son rusas.”
Fuente:

jueves, 8 de enero de 2015

HUBIERA SIDO LOABLE

Steve Sack, The Minneapolis Star Tribune

Hubiera sido loable escuchar en boca de las máximas autoridades de la Iglesia, aun no disipado el olor a pólvora y a sangre derramada por el imprevisto asalto yihadista, algún comunicado que, pidiendo oraciones por las víctimas, se sirviese recordar que éstas, con sus repugnantes sátiras anti-trinitarias, debieron irritar al Dios celoso de su nombre y de su gloria. Y que estos dementes de la medialuna pudieron ser al cabo el instrumento de Su cólera, al modo de aquella Asiria que el profeta veía como vara y bastón del furor divino contra su pueblo apóstata (Is 10,5). Hubiera sido loable escuchar de boca del Papa la forzosa rectificación de sus recientes melindres para con el Islam, motejado como una "religión del amor y de la paz": con la balacera sonando cada vez más cerca, era oportuno repasar esas suras que hablan con insistencia inequívoca del exterminio implacable de aquellos que el Islam llama "infieles". El silencio sepulcral de los supuestos "islamistas moderados" ha sido el más elocuente alegato en contra de esta superchería irenista y tardo-occidental, la prueba más contundente de que esa moderación vive sólo en el magín de unos cuantos opinólogos rentados.
Hubiera sido loable levantar la Cruz a una contra el laicismo iluminista de Occidente y contra las ululantes y arenosas huestes del Falso Profeta, ambos enemigos irreductibles del nombre cristiano. En su lugar, la Santa Sede se apresuró a calificar de «abominable» el atentado, tanto por atacar a las personas que resultaron sus víctimas como por vulnerar la libertad de prensa. A estas tabarras siempre tributarias del Zeitgeist se les sumaron las infaltables definiciones de los cagatintas, aquellos que mercan haciéndole el coro al apocamiento oficial: «desde la óptica cristiana la violencia es siempre inaceptable, y el asesinato un crimen diabólico. Sólo Dios es dueño de la vida y de la muerte. Matar en nombre de Dios nunca es lícito, sino que es una blasfemia contra el mismo Dios, que es Amor». Toda la osadía de estos escribas, en muy mal trance aplicada, consiste en recordar que «la fe Católica, a diferencia del Islam, enseña el perdón a los que nos ofenden».
Cualquier sazón será inoportuna para explicar a tales psitácidos que la vis irascibilis (violencia), obviamente rectificada por la razón, bien puede aplicarse a una causa noble. Que el suponer siempre ilícito el matar en nombre de Dios (y que hacerlo constituya nada menos que una blasfemia) podrá ser, en todo caso, el tópico elegido por las plañideras de ocasión, pero que éste resulta contradicho por toda la doctrina católica, admirablemente ejemplificada en este punto por aquel apotegma de san Bernardo orientado a la justificación moral de la pena capital contra los herejes contumaces que atentaban contra la unidad de la fe: melius est ut pereat unum quam unitas. Y que el perdón de las ofensas se refiere a las dirigidas contra la propia persona, no contra las tres Personas divinas.
Es el torpor de los dirigentes civiles y religiosos de la vieja Europa el que está desarmando anímicamente a la población y envalentonando, en consecuencia, a los muslimes. Quedará registrada, a todo esto, una irónica coincidencia: la de la salida, el mismo día del atentado contra las oficinas del abominable pasquín parisino, de la última novela del escritor galo Michel Houellebecq, del sugestivo título Soumission, que sitúa para el año 2022 el triunfo electoral de un partido llamado «Fraternidad Musulmana« contra el Frente Nacional de Marine Le Pen en el ballottage presidencial merced a una alianza de socialistas y conservadores desesperados por evitar el triunfo del cuco ultraderechista. El resultado inmediato de este triunfo, aparte de la pronta islamización de la Sorbona, no es el más halagüeño para las veleidades libertario-feministas hasta entonces en vigor: la exclusión de la mujeres del mundo del trabajo, el uso generalizado del velo islámico y la prohibición del escote y la minifalda.
Visto en:

miércoles, 7 de enero de 2015

Precisiones sobre la Comunión espiritual

En el Sínodo se propuso la comunión espiritual para los divorciados que se han vuelto a casar, imposibilitados de recibir la Eucaristía. Pero la noción misma de comunión espiritual ha suscitado debates ya que cada uno la imagina a su modo, con lo cual la confusión es grande. En "Nova et Vetera" un teólogo deja en claro la controversia. El artículo completo, en inglés, aquí. Reproducimos una traducción parcial tomada de ReL.
¿LA COMUNIÓN ESPIRITUAL ES PARA TODOS?
por Paul Jerome Keller O.P.
Probablemente casi olvidada por muchos católicos y por la mayoría que nunca jamás la han sentido nombrar hasta la reciente referencia que ha hecho el cardenal Walter Kasper, la noción de la comunión espiritual se ha convertido en noticia de los diarios en la prensa católica de esta temporada. […]
El cardenal Kasper [...] admite que la comunión espiritual no se aplica a todos los divorciados, sino sólo a los que están bien dispuestos. Pero se pregunta: si una persona que recibe la comunión espiritual es una sola cosa con Jesucristo, ¿cómo puede estar en contraste con el mandamiento de Cristo? ¿Por qué, entonces, esta misma persona no puede recibir la comunión sacramental? […]
Lo que está en cuestión antes que nada es el significado de la comunión espiritual. […] Lo que hoy llamamos comúnmente “comunión espiritual” es la que para santo Tomás de Aquino es una comunión de deseo (“in voto”). Es distinta de la recepción espiritual que es el efecto inherente a la recepción real de la Santa Comunión.
Santo Tomás de Aquino parangona la comunión “in voto” al bautismo de deseo (“flaminis”). El bautismo de deseo se verifica en general en el caso de un catecúmeno a quien se asegura la salvación, si muere antes de ser bautizado con agua pero deseando explícitamente el bautismo (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1259). […]
El Concilio de Trento sobre la comunión espiritual
Remitiéndose a las enseñanzas de los Padres [de la Iglesia], el Concilio de Trento explica así la triple distinción en la recepción de la Santa Comunión:
“[Algunos la reciben] sólo sacramentalmente, como son los pecadores. Otros la reciben sólo espiritualmente; son los que, al recibir en deseo el pan celestial puesto delante de ellos, con fe viva ‘a través del amor’ (Gal 5, 6) gozan sus frutos y se benefician de ello. Un tercer grupo la recibe tanto sacramentalmente como espiritualmente (canon 8); son los que se examinan y se preparan anticipadamente para acercarse a esta mesa divina, vestidos con las vestiduras nupciales (cfr. Mt 22, 11y ss.)”.
En el capítulo justamente anterior a esta enseñanza sobre la recepción eucarística el Concilio pone de manifiesto que la santa Eucaristía puede ser recibida sólo dignamente. […] El canon 11 del mismo Concilio es todavía más explícito:
“Si alguno dijere que la sola fe es preparación suficiente para recibir el sacramento de la santa Eucaristía, sea anatema. Y para que no se reciba indignamente tan grande Sacramento, y en consecuencia cause muerte y condenación, este santo Concilio define y decreta que los que se sienten gravados con conciencia de pecado mortal, por contritos que se crean, para recibirlo deben anticipar necesariamente la confesión sacramental, si hay un confesor disponible. Si alguno pretende enseñar, predicar o afirmar en forma pertinaz lo contrario, o también defenderlo en disputas públicas, sea por este mismo hecho excomulgado”. […]
El significado de la comunión espiritual en los documentos recientes
Es un poco sorprendente no encontrar una mención de la comunión eucarística espiritual en ninguna de las cuatro Constituciones del Concilio Vaticano II o en el Catecismo de la Iglesia Católica. Es quizás por este motivo que la idea de hacer una comunión espiritual no es una opción familiar para los fieles de nuestros días. Cuando la comunión espiritual es mencionada en la enseñanza oficial de la Iglesia [por Juan Pablo II y por Benedicto XVI] parece serlo únicamente en los términos de una comunión de deseo. […]
Es en este cuadro que podemos proceder a examinar la posición del cardenal Kaspersobre la santa Comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, aclarando lo que está en juego respecto a la comunión espiritual.
¿Quién puede realizar una comunión espiritual?
Cuando el cardenal Kasper [...] pregunta cómo una persona que realiza una comunión espiritual y, en consecuencia, es una sola cosa con Jesucristo puede estar en contradicción con el mandamiento de Cristo, el cardenal llega al corazón del problema, porque se debe aceptar a Cristo en su totalidad para estar en comunión con él. Así como Cristo ha establecido el vínculo matrimonial como indisoluble, y a causa de ello Cristo no permite el divorcio y un nuevo matrimonio, una persona que quiere volver a casarse mientras sigue subsistiendo un anterior vínculo sacramental matrimonial suyo no puede pretender ser una sola cosa con Jesucristo, porque así contradice al menos esta parte del mandamiento de Cristo.
Por lo tanto, esa persona no está en condiciones de recibir sacramentalmente la comunión, ni siquiera en forma espiritual. Sólo una persona que está buscando remediar lo que le impide la plena comunión con Cristo puede comenzar a estar en condiciones de realizar una comunión espiritual. […]
En consecuencia, para responder en forma efectiva a la preocupación del cardenal Kasper, la persona que realiza una comunión espiritual debería también poder realizar una comunión sacramental, si está correctamente dispuesta. Sin embargo, no es admisible que quien no tenga la disposición correcta para realizar la comunión sacramental puede pensar que está en condiciones de realizar una comunión espiritual, no importa cuáles sean las circunstancias.
Aclaraciones necesarias
Recordando la distinción tomista entre la comunión espiritual como acto de alimentación espiritual (“spiritualis manducatio”) y como deseo espiritual (“in voto”), es claro que para una persona que interpuso un obstáculo a la unión con Cristo, viviendo fuera de su mandamiento,no es posible ninguno de los dos tipos de comunión espiritual. Es problemático usar el mismo término – comunión espiritual – para referirse a dos situaciones morales distintas y a dos relaciones muy diferentes con la Eucaristía.
Aquí estamos hablando de la disposición correcta respecto a la disposición incorrecta para ambos tipos de comunión. Cuando [la exhortación apostólica post-sinodal del 2007] “Sacramentum caritatis” usa en forma impropia el término “comunión espiritual” como una opción para los divorciados que se han vuelto a casar, una posible lectura es que el Santo Padre intenta alentar a esas personas a comenzar a “desear” en modo apropiado la santa Comunión y, en consecuencia, a rectificar su situación moral. En caso contrario, las palabras indicarían que alguien impropiamente dispuesto para la comunión sacramental podría sin embargo realizar una comunión espiritual. Esta confusión lleva a la lógica pregunta planteada por el cardenal Kasper. Si se permite a alguien realizar una comunión espiritual, ¿entonces por qué no una comunión sacramental?
Debemos evitar el error de pensar que la comunión espiritual es el sustituto de la comunión sacramental para los divorciados que se han vuelto a casar y en definitiva para cualquiera que está impedido de recibir la Eucaristía a causa de un pecado mortal. El peligro pastoral inserto en esta creencia es que ganan espacio un error y una confusión sobre la doctrina de la Iglesia, al inducir a pensar que el pecado que impide la comunión sacramental “no es tan malo”, porque de todos modos se puede tener a disposición la sustancia de la comunión. […]
Para poder recibir las gracias de la comunión con Cristo, tanto sacramental como espiritual, para todos en cualquier estado de vida, es necesaria la conversión interior a Cristo y una manifestación de esta conversión en las acciones externas y en el modo de vivir. […]
Implicaciones cultuales
[…] La gracia está siempre obrando. También la “preparación del hombre para acoger la gracia es ya una obra de la gracia” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2001). […] No debemos oscurecer la distinción entre el vivir en el estado de gracia y la gracia de ser movidos a la contrición. […] Es así que el papa Juan Pablo II [en la “Familiaris consortio”] solicita a los divorciados que se han vuelto a casar que se abran a la acción efectiva de la gracia, por ejemplo, escuchando las Sagradas Escrituras, frecuentando la Misa, rezando, etc.
El Papa nos está instruyendo sobre la esencia del culto cristiano. […] A partir de la revelación de Cristo y de la institución del sacramento de la Eucaristía, la única forma adecuada de adoración que se debe a Dios es a través de Cristo y en Cristo, y se cumple en grado sumo en la celebración de la sagrada liturgia. Esto es verdad para todos los bautizados, que estén o no en condiciones de participar en la santa Comunión. […] No hay nadie que dejará de extraer beneficios de la participación en la Misa, es decir, de la celebración litúrgica. También la persona a la que le está impedida la más plena expresión del culto – la recepción de la santa Comunión – está siempre en condiciones de recibir las gracias que provienen del arrepentimiento, así como también de las gracias efectivas que provienen de la adoración.
No inanición, sino hambre
En respuesta a las preguntas del cardenal Kasper sobre el acceso a la santa Comunión para los divorciados que se han vuelto a casar, hemos mostrado entonces que ello no es posible. […]
De la enseñanza de san Pablo hasta nuestros días, la tradición de la Iglesia ha enseñado constantemente la necesidad, para el que recibe la santa Comunión, de estar en estado de gracia. […] Aunque puede haber alguna confusión respecto al significado de la comunión espiritual en la reciente enseñanza magisterial, se mantiene firme que es posibleuna verdadera comunión espiritual sólo para quien está también en condiciones de recibir la comunión sacramental. […]
La Iglesia no pretende, como parece sugerir el cardenal Kasper, que los divorciados que se han vuelto a casar encuentren la salvación extra-sacramentalmente. A ellos se les ofrece lamisma posibilidad para la conversión y la plena comunión – eclesial y sacramental – que se le ofrece a cualquiera. […] ¿El cardenal pregunta si esta no-recepción de la Eucaristía es un precio demasiado alto para pagar? La respuesta a esta pregunta depende de la voluntad del individuo de ser conforme a Cristo. Sin embargo, debemos ser claros. No es la Iglesia la que interpone el obstáculo a la plena comunión, sino el individuo que perpetúa la opción de violar un vínculo sacramental del matrimonio. […]
El cardenal Kasper plantea además esta pregunta atrayente: ¿la regla de la no-recepción de la Eucaristía no es quizás una explotación de la persona que está sufriendo y pidiendo ayuda, cuando planteamos esto como un signo y una admonición para los demás? Esta pregunta supone que la Iglesia no tiene el deber de proteger a los fieles de la condena que pueden atraer sobre ellos, como advierte san Pablo. Si efectivamente la Iglesia se mantuviera pasiva y permitiera la santa Comunión a quien no estuviera correctamente dispuesto, ella misma estaría sujeta a la condena, a causa de un tipo distinto de opresión: la incapacidad de contener a sus hijos frente a acciones ilícitas y al pecado, así como la incapacidad de custodiar fielmente y de dispensar los sacramentos. Esta multisecular vigilancia de la Iglesia no es opresión o manipulación, es pura y simple caridad. Es la preocupación de la madre que los hijos no ingieran la medicina equivocada, para que no se convierta en veneno. […]
No hay ninguna opresión de la persona que sufre, sea ella el divorciado que se ha vuelto a casar o el catecúmeno (quien también debe ser hecho justo sacramentalmente antes de recibir la santa Comunión). Está solamente la mano extendida y dolorida del Crucificado y Resucitado, quien, a través de la Iglesia, ofrece la salvación a cada persona que elige dirigirse a Cristo, abrazando sólo a él también en las decisiones más difíciles de la vida. Él ofrece continuamente su cuerpo y su sangre para que todos lo que eligen vestir las vestiduras nupciales blancas (cfr. Mt 22, 11-14; Ap 19, 8) puedan acceder a su banquete eterno.
Expuesta delante de cada persona está la fiesta de la Eucaristía, ofrecida en tal forma que todos nosotros podemos experimentar cada vez más el hambre por el pan de vida, tanto sacramental como espiritualmente.
Para todo cristiano, el arrepentimiento es la transformación de la inanición en hambre, un hambre que Cristo promete satisfacer más allá de toda nuestra imaginación.
Tomado de: