martes, 30 de junio de 2015

Laudato si: de todo, como en botica (y 3)


Carmelo López-Arias, coincide –en términos generales- con nuestra opinión: “numerosas afirmaciones en la encíclica pueden ser legítimamente discutidas”. Considera como aspectos positivos “algunos párrafos de Laudato Si de singular belleza como auténtico programa de amor a la Creación en cuanto don de Dios. ¿O no lo son los siguientes (nn. 228-229)?”
Nuestra posición es distante de la obsecuencia de los que piensan que estamos ante una Rerum novarum de la ecología del siglo XXI. Pero al menos hay tres puntos que no dejan de ser importantes de recordar en todo momento: 1º, Dios creador es la clave de lectura y comprensión de toda la cuestión ecológica y de LS; 2º, los hombres no son los dueños absolutos de la creación, sino administradores responsables, que han de mirar al futuro; 3º, el centro de la ecología es el hombre.
Otro aspecto positivo de LS –tal vez, no deseado por el Pontífice- es la mala recepción que ha tenido en los neoconservadores norteamericanos (políticos y eclesiales), quienes desde la revista First Things, llegan a afirmar que “esta es, tal vez, la encíclica más antimoderna desde el Syllabus”. Alguno podría objetar que es una forma de ser antimoderno poco inteligente, tecnófoba, típica del resentimiento de las izquierdas, emparentada con el odio al desarrollo y a legítimas libertades económicas, al bienestar en suma. Con todo, no deja de abrir una perspectiva interesante que estos católicos prueben la amarga medicina de la discontinuidad, que otros tuvieron que tragarse con el Vaticano II y el magisterio post-conciliar. Tal vez les sirva para repensar su adhesión a los puntos problemáticos del último Concilio como si se tratara de super-dogmas.
En un interesante comentario crítico de LS, Corrado Gnerre, señala otros aspectos positivos que nos limitamos a enumerar aquí: las cuestiones medioambientales no pueden resolverse mediante el decrecimiento demográfico; el ecologismo se contradice cuando sostiene el aborto y la experimentación con seres humanos, tratando a personas humanas de igual o peor manera que a los animales irracionales; la incidencia del ambiente en el comportamiento humano; la denuncia de los poderes tecnocráticos; la crítica a un consumismo penetrante que reduce el hombre a su “vientre”; la denuncia de la sobrevaloración del mercado, que deja de ser medio para convertirse en fin, y la consiguiente utopía de que los mercados se auto-regulan conforme al bien común; la función social de la propiedad privada y la denuncia de su deriva liberal-individualista. Pero entre los aspectos negativos de la encíclica, destaca el autor: la valoración positiva de un cierto eco-catastrofismo; la excesiva especialización del texto (se traslucen aportes de autores materiales secundarios con ideas muy dispares y heterogéneas entre sí; la extralimitación del objeto del magisterio social de la Iglesia; y el comprometer a la Iglesia en cuestiones científicas no probadas); la aceptación de la crítica de Romano Guardini a la modernidad técnica; la falta de una valoración integral del movimiento ecologista, que es también una forma de antropocentrismo tecnocrático; el excesivo peso que se da a los “pecados” de daño al medio ambiente; y la falta de referencias claras a la Teología de la historia.
En la entrada precedente habíamos mencionado contenidos de LS que calificamos de llamativos y extraños. Nos gustaría comentar algunos:
- Un documento dirigido “a cada persona que habita este planeta”. Es un dato llamativo para algunos pues la Iglesia sólo tiene potestad sobre los bautizados. Y en este planeta hay millones de no bautizados. No obstante, tampoco cabe plantear una objeción de peso a la nueva fórmula, que parece ir más allá de los "hombres de buena de voluntad" de Juan XXIII, porque la Iglesia tiene el deber-derecho de predicar a todos, católicos o no. Pero lo que motiva esta expresión es la idea de un posible acuerdo práctico mundial sobre el medio ambiente, fundamentado en un mínimo común de identidad doctrinal, que por ser de orden natural todos los habitantes del planeta podrían compartir. Aunque tal cosa no es imposible en abstracto, parece una propuesta muy poco realista, tanto por los efectos del pecado en el conocimiento de la ley natural, como por la enorme disparidad de diagnósticos y soluciones para los problemas medioambientales que de hecho existen en el mundo de hoy.
- El clima como bien común. Aquí es importante precisar qué tipo de bien común es el clima para no caer en los errores del ecologismo. Porque en el todo que es el bien común integral hay bienes útiles, deleitables y honestos; ordenados de modo jerárquico; y el clima no es un bien honesto, sino subordinado a otros bienes superiores.
- La crítica del antropocentrismo. En este punto LS muestra inconsistencias derivadas de no asumir la doctrina tomista. El tema merecería entradas aparte. Por ahora, nos limitamos a decir que para el tomismo la persona humana goza de prioridad de valor sobre el universo y todas sus partes; todas las cosas infrahumanas están ordenadas a su servicio, y es confín u horizonte del universo material y espiritual. Pero se trata de un antropocentrismo relativo pues gira en torno a un teocentrismo absoluto. Este teocentrismo tomista no excluye el antropocentrismo; lo delimita en el orden temático, y en el orden gnoseológico, como la teología no excluye la filosofía, sino que la acepta en sus límites, la valora y la utiliza, sin confundirse con ella, como, en general, la gracia no destruye la naturaleza sino que la perfecciona, o como la teología del cielo no es negación, sino superación de la teología de la tierra.
- Por último, lo peor del documento: la doble fórmula oracional contenida en la parte final. Apuntaba con razón el amigo Wanderer: “¿Cómo puede entenderse que un Papa, vicario de Cristo en la tierra, redacte e incluya en un documento oficial y magisterial, dos oraciones diversas para usar según conveniencia del orante? No estamos en presencia de un vendedor de baratijas que ofrece el indispensable peine para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero…”. El peligro de una lectura sincretista es cierto y grave.

jueves, 25 de junio de 2015

Laudato si: de todo, como en botica (2)


Hay una expresión del papa que orienta sobre el valor de LS: “se agrega al Magisterio social de la Iglesia”. Es decir, hay voluntad de que se integre en la DSI, al menos materialmente, por los temas tratados en el documento. Pero esta inclusión no implica, cabe anticiparlo, que se requiera un asentimiento unívoco para todo el documento. Se impone la distinción de sus partes, aunque resulte una tarea tediosa, y un asentimiento diferenciado.
Es necesario hacer una aclaración importante. El magisterio de la Iglesia tiene un objeto material, que es aquello sobre lo cual enseña, que puede ser inmediato (fe y moral) y mediato (por su conexión necesaria con el objeto inmediato). La DSI, como parte del magisterio eclesial, también trata sobre su objeto mediato. Pero no tiene competencia sobre lo que podríamos denominar objeto remoto, que cae fuera de los límites de la potestad docente, por no tener conexión necesaria con el objeto inmediato. Así, es legítimo que desde la DSI se emita un juicio moral sobre materias puramente temporales, pero no un juicio de otra naturaleza. Algunos ejemplos pueden ilustrar: el magisterio eclesiástico no es competente para decir si la quimioterapia es eficaz tratamiento de un tumor, porque ese juicio corresponde a la ciencia médica; pero podría dar un juicio moral sobre el uso de quimioterapia en embarazadas, por los efectos del tratamiento sobre los niños por nacer. En un documento de Francisco se dice que las teorías económicas del derrame no se han visto confirmadas por los hechos. Y el pontífice ha querido defender la tesis diciendo en una entrevista que tal cosa no es un juicio técnico, sino que habla desde la DSI, lo cual ha sido generador de más confusión. Porque desde la DSI cabe un juicio moral sobre las teorías económicas del derrame; se puede decir, por ejemplo, que tales teorías son causa de injusticias sociales, pretextos para no ejercitar la caridad con los menesterosos, etc. Pero de ninguna manera la DSI es competente para dar un juicio de orden científico sobre esas teorías, y afirmar o negar su verificación empírica, porque ello es materia ajena al magisterio de la Iglesia. Lo mismo habría que decir si pretendiera dar recetas de cocina, proponer métodos para reparar motores, indicar los mejores colores para pintar paredes, explicar la composición química de un medicamento y un interminable etcétera. Non lo sapevate un corno!, diría Castellani. Por todo ello, es claro que ningún católico tiene obligación de prestar asentimiento a todo lo que LS dice acerca de lo que hemos denominado objeto remoto de naturaleza temporal. El magisterio es incompetente en estas materias y el Espíritu Santo no presta asistencia cuando la potestad docente se ejercita en materias extra-magisteriales. Esperamos que “apologetas bobos”, “teólogos respondones” y “neconservadores eclesiales” no quieran cargar conciencias con puntos que claramente no son vinculantes para los fieles.
Asimismo, cabe anticipar que en el documento hay numerosos elementos de tipo descriptivo del estado de las sociedades, o del medio ambiente, que no requieren una adhesión intelectual. Algunos autores (Ocáriz) piden respeto para estas descripciones, lo cual en nuestra opinión se le debe a la dignidad de quien habla, pero no a la descripción en sí misma, que puede ser acertada, pero también absurda, carente de sustento científico, incoherente, etc. Para que se entienda mejor: si el papa describe un círculo cuadrado, se le debe respeto a su dignidad pontificia, pero no a su descripción.
Otro elemento a tener presente en la lectura del documento son los pasajes carentes de intención magisterial objetiva. Se trata de textos que por el tenor de sus expresiones no quieren imponer un asentimiento a los fieles. Así, si se manifiesta voluntad de opinar, dialogar, proponer temas, ofrecer una respuesta personal pero abierta a la discusión, promover el debate, respetar la diversidad de opiniones, etc.; por los verbos empleados, y por su contexto inmediato, se puede concluir que se está ante una opinión del pontífice. Y las opiniones no son vinculantes; sólo las aserciones que dan certeza moral o equivalente.
La DSI se integra de diversos elementos. Uno, el más abstracto, son los principios del orden social, por ejemplo, primacía del bien común, subsidiariedad del Estado, etc. En este plano, se puede decir LS no agrega nada nuevo. Reitera principios generales ya conocidos aunque a veces con una formulación menos clara que en los predecesores de Francisco, con concesiones al lenguaje políticamente correcto en uso, y contaminada de los defectos de cantidad y calidad que mencionamos en la entrada anterior.
Luego, están los denominados criterios de juicio, que a la luz de los principios pronuncian un juicio sobre situaciones, estructuras y sistemas económicos, sociales y políticos. Se trata de juicios históricos de tipo moral. En este campo, LS presenta novedades respecto de los pontífices precedentes en lo referido al cuidado del medio ambiente. El ejemplo más claro lo tenemos en el ya comentado calentamiento global. Estas novedades resultan al menos problemáticas. Y es previsible que afecten negativamente a la ya muy limitada recepción de la DSI por parte de los fieles.
Otro defecto de LS es el casuismo. En materia moral, el exceso de ejemplos –si no se conjuga con una exposición general muy precisa- conduce a una recepción casuística. Y así aparecen preguntas tales como: “¡¿es verdad que la Iglesia condena el uso acondicionadores de aire?!”
Por último, quedan las directivas de acción que son proposiciones de orden práctico. Y dada la materia considerada, y la cantidad de contenidos de LS, para no enloquecer es imprescindible distinguir entre preceptos y consejos. Además, recordar que los preceptos positivos no obligan siempre y en toda circunstancia. En cuanto a los consejos, se supone que los fieles deben saber que no son obligatorios.
Las reflexiones precedentes, pueden ayudar a quien esté interesado en realizar una descomposición analítica de LS. Nosotros renunciamos a esta tarea de hacer un comentario integral del documento. En la próxima entrada, que será la última dedicada a LS, nos limitaremos a comentar sólo algunos contenidos, entre los cuales hay elementos "llamativos y extraños".



martes, 23 de junio de 2015

Laudato si: de todo, como en botica (1)

Dedicaremos algunas entradas breves a comentar el texto de la eco-encíclica.  
Lo primero que llama la atención de quien se aproxima a Laudato si (en adelante, LS) es la extensión. Centessimus annus de Juan Pablo II tiene 27934 palabras; mientras que LS 42494. La comparación con el documento del papa polaco no es arbitraria, pues se trata de una encíclica conmemorativa del centenario de la Rerum novarum de León XIII, ocasión propicia para tratar los temas de la doctrina social de la Iglesia (en adelante, DSI) con bastante extensión. Otro documento de Juan Pablo II para comparar es la Sollicitudo rei socialis que contiene 23291 palabras. Otro cotejo útil puede ser la proporción del tema ecológico dentro de documentos oficiales que exponen toda la DSI. Así, por ejemplo, el Catecismo de la Iglesia católica de 1993 trata de la DSI en una sección, de la cual el 1,8% de su contenido corresponde a la ecología. El Compendio de la doctrina social de la Iglesia (2004) dedica el 4,8% de su contenido al medio ambiente. Y la cantidad de palabras es muy inferior a LS.
Si la inflación magisterial es un problema en la Iglesia, el campo de la DSI muestra numerosos picos de alta inflación. La LS podría considerarse como representativa de hiperinflación magisterial... Lo previsible es que a mayor cantidad de palabras, menor lectura, conocimiento y recepción.
Otro aspecto a destacar de LS es su estilo. El documento es una suma de partes heterogéneas en la cual se traslucen diversos autores materiales. Cosa que acaba de revelar Tucho Fernández: “Le escuché decir al Papa que se partió de un primer borrador, pero luego llegó un vendaval de aportes y propuestas de gente de todo el mundo: científicos, activistas, filósofos, empresarios, políticos. Me contó que, sin contar los aportes menores, o las cartas más sencillas, hubo más de 200 colaboraciones de mucho valor, y que eso permitió elaborar un texto que dialoga mucho con las inquietudes más variadas. Yo mismo reuní a investigadores y docentes de mi Universidad, de distintas disciplinas, y elevamos un aporte”.
Hay de todo, como en botica: pasajes claros, comprensibles, y otros al menos prescindibles. Si en Juan Pablo II había expresiones personalistas, existencialistas o tomadas de la fenomenología, en LS hay sociología de café, lenguaje publicitario, banal y cursi, circiterismos, slogans de activismo ecologista, o político, y pasajes herméticos. Alguien ha dicho que el documento parece una recopilación de lugares comunes y un trabajo escolar sobre el medio ambiente.
Para concluir: el LS comparada con otros documentos precedentes muestra un exceso cuantitativo y un deterioro cualitativo en sus expresiones.
En entradas siguientes nos preguntaremos sobre su estatuto magisterial,  su puesta en práctica y algunos contenidos.


viernes, 19 de junio de 2015

Enfriamiento Global

Imperdible vídeo.

Enfriamiento Global
Por Fray Gerundio de Tormes
Si no fuera porque ya me conozco el paño, me resultaría raro que el Papa ande preocupado por el calentamiento global del planeta, mientras se está produciendo un enfriamiento global en el mundo católico. Y además, de proporciones siderales. Supongo que esto último debería ser lo que más le quitara el sueño, en vez de andar obsesionado con las ballenas o con los agujeros de ozono. Mucho me temo que si aplicamos lo que dijo el Señor de que por sus frutos los conoceréis, se ven aquí unos frutos bastante alejados de lo que debería ser su principal preocupación: la salvación de las almas y confirmar en la fe a los católicos, que es al fin y al cabo lo que Dios le ha encomendado.
Me parece que le pasa al Papa lo que le ocurre a esos que abandonan sus obligaciones más elementales para dedicarse a pequeñas o grandes aficiones. Como esos padres de familia que no hacen mucho caso de sus hijos, pero están trabajando de voluntarios para ayudar a los niños del Nepal, pongo por caso; y regresan a la casa a última hora de la noche, sin poder estar un rato con  los niños, porque había mucho trabajo en la ONG de turno. O esas esposas que no cocinan nunca en la casa porque les da pereza, pero se apuntan al curso de cocina de la asociación de amas de casa del barrio. O esos párrocos que nunca visitan a sus enfermos porque tienen mucho trabajo o no dan catequesis porque están muy liados con las actividades culturales de la parroquia. Se podrían poner muchos ejemplos de estas actitudes que en castellano reciben el calificativo de irresponsabilidades, pero que requieren un apelativo mucho más fuerte cuanto mayor es el cargo. Si esto le sucede a un Sumo Pontífice, la gravedad es espantosa.
He de reconocer que no tengo fuerzas ni humor para leerme entera la Laudato, pero basta con acercarse a ella en alguno de los resúmenes que se nos ofrecen. Me ha gustado el de Sandro Magister por una doble razón: porque está bien hecho, y porque ahora mismo es el nuevo misericordieado de la Santa Sede, sobre el que se ha construido ya el cadalso para su ejecución, como en las viejas películas del Oeste. Otro caso más de Guillotinas Fulminantes.
Por otra parte, resulta muy divertido saber que tiene uno entre las manos una encíclica del Papa, en la que se habla del aire acondicionado, del huerto en la casa, de apagar la luz, de dar las gracias y de embellecer una fuente. Qué hermoso. No se pierdan lo que dice sobre el elogio del domingo, equiparado al sábado judío: día de la sanación de las relaciones del ser humano con Dios, consigo mismo, con los demás y con el mundo. He de reconocer que en mis años de monje no he escuchado nunca una interpretación tan masónica del Día del Señor. Si esto es así, creo que se puede dejar de ir a Misa (como de hecho ya hacen la mayoría de los cristianos). Bastaría con darle un abrazo al vecino, saludar al repartidor de periódicos, sonreír a la churrera y quemar una varita de incienso mirando al Sol Naciente con un taparrabos indigenista.
Creo que esta pseudo-encíclica es un vertido tóxico y hay que evitar el contagio que transmite. Este reciente y disparatado engendro, supone un nuevo derrumbamiento de algo tan tradicional y clásico como eran hasta ahora las encíclicas papales. A partir de ahora, como ha ocurrido con tantas otras cosas, las encíclicas podrán tratar sobre cualquier tema. El Papa podrá exhortar a los católicos (y a todos los hombres de buena voluntad, que no se me olvide),  sobre el cultivo del melón caucásico, el cuidado de la foca bigotuda septentrional o la necesidad de la aplicación de la economía paleolítica al mundo actual. Total, da lo mismo. Otra institución pontificia destruída. Ya nunca se podrá citar una encíclica como algo perteneciente al Magisterio Pontificio, tras este Papa tan magistralmente anti-magisterial. Como las canonizaciones, desde ahora las encíclicas irán ya al cubo de la basura (reciclada, por supuesto).
Creo que la misión del Vicario de Cristo en la Tierra (perdón, en la Madre Tierra), es la de predicar y dar testimonio del Evangelio de Jesucristo. Nunca la de enredarse en cuestiones humanas por muy importantes que puedan parecer. Y menos todavía si son cuestiones que están en entredicho por parte de la comunidad científica. Pero es que además de eso, me parece muy grave que sus preocupaciones magisteriales y educadoras de sus ovejas vayan por estos caminos. Con la que está cayendo en este momento.
Preocuparse de la extinción de ciertos animales, mientras están extinguiendo cristianos como animales en Oriente Medio, denunciadas con la boca pequeña y con muy poca energía, me parece como poco una hipocresía descomunal (de esa de sepulcros blanqueados).
Andar preocupado por las especies marinas y oceánicas, mientras se manosea, se pisotea, se cometen sacrilegios sin número con las especies sacramentales (valga la analogía) es -como poco-, de una gravedad inconmensurable.
Dar la alarma porque no se cuida todo lo que el Creador nos ha dado, mientras se permite la sistemática destrucción de la Revelación y la Tradición -que constituye el depósito que Jesucristo nos ha transmitido-, es una tomadura de pelo. Es muy curioso que se hable de la conservación de la Creación, mientras se olvida, se desprecia y se deja de lado la conservación de la Redención. Ustedes me entenderán, a poco que piensen.
Menos mal que ya quedó todo escrito para nuestra enseñanza. En el Evangelio está todo claramente explicado. Estas “doctrinas” pontificias son cosas humanas. Decía San Juan en su primera carta que ellos son del mundo y por eso hablan del mundo. Y se dirigen a todos (y todas), para cuidar la casa común, cuando hay un lío descomunal en la Iglesia común, fomentado desde allá arriba.
San Pedro, el primer Papa, se empeñó en zascandilear con los judíos para que le aprobaran su actitud y chalaneaba con ellos en ambigüedades notorias. Menos mal que estaba San Pablo por allí y le puso en su sitio: Tú eres como los demás. No te es lícito decir una cosa cuando estás con los judíos y otra cuando estás con los cristianos. Y el mismo Señor, nada más nombrarlo Vicario y Piedra, le tuvo que llamar al orden porque quería barrer de un plumazo la Pasión de Cristo: Apártate de mi, Satanás, porque tú piensas como los hombres y NO como Dios. Menos mal que San Pedro comprendió el disparate y aceptó la recriminación. Pudo hacerlo porque no estaba esperando que le concedieran el Premio Nobel de la Paz, o el Gran Delantal del Sumo Hacedor, o el Toisón de Oro de la ONU, o la Mención Honorífica de la Nueva Era.
A mí no me la pegan. Lo realmente importante no es el calentamiento global del planeta (suponiendo que lo hubiera), sino el enfriamiento global del catolicismo. Con razón dijo el Señor que en los últimos tiempos se enfriará la caridad de muchos. Y parece que no estaba muy seguro de encontrar fe sobre la tierra cuando viniera de nuevo en gloria y majestad. A este paso, va a ser que sí…..
Tomado de:

martes, 16 de junio de 2015

Dejate enfriar

Se dice que existe un consenso científico muy consistente que indica que estamos en presencia de un preocupante calentamiento del sistema climático. ¿Existe tal consenso científico o estamos ante un tópico de la corrección política?
La cuestión de es índole científica pero cabe anticipar las incertidumbres en torno al tópico del denominado calentamiento global.
“A día de hoy, la teoría del Cambio Climático consiste en la conjunción de tres hipótesis que no siempre suelen distinguirse, pese a que cada una de ellas posee un grado distinto de corroboración. Éstos son los tres pilares del consenso:
A. Existe un calentamiento global de la Tierra.
B. La causa principal del calentamiento global es el efecto invernadero.
C. La causa principal del efecto invernadero son las emisiones de CO2 de origen antrópico.”
El lector interesado en obtener una explicación de los tres puntos mencionados, puede leer este enlace. Y se encontrará con que en estos temas, sólo hay conjeturas de baja probabilidad. Lo cierto es que hay científicos que directamente niegan la existencia de un cambio climático; los hay que aseguran que el cambio climático es real pero que es imposible demostrar que el culpable sea el hombre a través de su emisión de gases de efecto invernadero;  o los que creen que efectivamente el clima está cambiando y el responsable es el ser humano, pero advierten que la acción política y científica se ha vuelto ciertamente histérica y se preocupan por el grado de sectarismo y gregarismo que envuelve al tema y que impide la correcta toma de decisiones. A todos estos científicos les une el escepticismo en torno al cambio climático y al calentamiento global terrestre y por eso son objeto de ataques, insultos, infamias, marginación, ostracismo.
Todo esto no sería objeto de atención en nuestra bitácora si no fuera porque el tema aparece en recientes “filtraciones” sobre una eco-encíclica bergogliana próxima a publicarse. No sabemos si el texto oficial contendrá finalmente alguna mención al “calentamiento del sistema climático”.
En todo caso, parece un momento oportuno para recordar que la Iglesia tiene como campo de intervención en los problemas sociales sólo sus aspectos morales: la doctrina social se limita a las consecuencias sociales de la teología moral. El Magisterio no tiene competencia en los aspectos estrictamente científicos y técnicos. Ni la Iglesia, ni ciencia alguna, puede aportar la solución definitiva de un problema cuyos datos se renuevan constantemente. Con el cambio de las circunstancias, lo que ofrece permanencia, en estos campos del saber, son los principios de moral. Las aplicaciones concretas, por ser contingentes, variables y opinables, no pueden constituir un cuerpo doctrinal que se pueda denominar con propiedad Doctrina Social de la Iglesia (en adelante, DSI).
Antes de enseñar sobre lo que deben hacer u omitir los cristianos respecto del calentamiento global, es necesario establecer con certeza moral que: a) tal hecho existe; b) es efecto de causas humanas, dependientes del uso de la libertad. Suponemos que Francisco, asesorado por el Doctor Eximio Tucho Fernández, ha consultado a las más altas autoridades científicas en la materia antes de emitir juicios morales…
La finalidad de la DSI es promover el bien espiritual de los fieles. Pero si esta pretendiera aplicar los grandes principios buscando agradar al mundo, promover intereses temporales o hacer triunfar determinados puntos de vista científico-técnicos, subvertiría su finalidad.

P.s.: en los nn. 23 y siguientes de Laudato Si aparece la referencia al cambio climático. 

domingo, 14 de junio de 2015

Educación Poética: John Senior, Dennis Quinn y Frank Nelick

Ofrecemos a nuestros lectores una estupenda selección de artículos traducidos gratuitamente por un bloguero amigo de nuestra bitácora.

A comienzo de los 1970, los profesores John Senior, Dennis Quinn y Frank C. Nelick inician en la Universidad de Kansas un programa llamado Pearson Integrated Humanities Program, IHP, (Programa Integrado de Humanidades Pearson). Los profesores eran católicos, pero el programa no. Su trabajo consistía en enseñar los clásicos y transmitir a sus estudiantes el amor por el conocimiento y el aprecio por el legado de la civilización occidental. Pero el IHP tuvo el efecto adicional de provocar un alarmante (para algunos) número de conversiones al catolicismo entre ateos, judíos, protestantes y católicos nominales, conversiones que produjeron frutos extraordinarios. Este programa, como era lógico, no era bien visto en ámbitos universitarios donde reinaba el relativismo cultural y un humanismo secularizado. Los tres profesores eran radicales en su doctrina: enseñaban a creer en lo real, a buscar la sabiduría más bien que el conocimiento, a buscar la Verdad, la Belleza y el Bien. “Éramos la generación de la televisión” —dice uno de los alumnos—. “Nuestras vidas estaban fragmentadas, nuestros pensamientos interrumpidos cada diez minutos por los comerciales. Los profesores trataron de tomar todos los fragmentos y formar una pintura completa.” Las conversiones fueron más de doscientas, y a ellas siguieron las de familiares y amigos. Varios de ellos ingresaron en la abadía benedictina Notre-Dame de Fontgombault, en Francia; otros, son sacerdotes religiosos o seculares; algunos se dedicaron a la enseñanza; un grupo se ha instalado en Gallup, un pequeño pueblo del desierto de Nuevo México, donde, alejados del espanto de la ciudad, viven manteniendo la fe de nuestros padres [Tomado de la traducción de “Wanderer” al primer capítulo del libro de John Senior, La restauración de la cultura cristiana].



viernes, 12 de junio de 2015

Ecosofía (y 3)


V.— La vuelta a la naturaleza
La reacción contra este estado de cosas postula el retorno a la naturaleza.
Pero aquí surgen dos nuevas cuestiones: la ambigüedad de la vuelta a la naturaleza, si reducimos el concepto al orden de la animalidad y la superficialidad de ciertos retornos infecundos. Respecto a la primera escribe Thibon: "La 'naturaleza' está a la orden del día. En todas partes se elevan voces autorizadas que denuncian los daños y las contaminaciones y nos invitanal salvamento y a la protección de la naturaleza; y este vocablo encubre lo mejor y lo peor, las más diversas conductas que van desde la vida al aire libre, desde la higiene elemental, desde la alimentación no falsificada, hasta el nudismo y la libertad sexual. . . Tal ambigüedad no se abolirá jamás. La vuelta absoluta a la naturaleza es una quimera., pues equivaldría a la reabsorción del hombre en la animalidad. Pero una separación excesiva de la naturaleza produce, a la inversa, efectos igualmente nefastos, pues compromete el espíritu en la ruina del equilibrio animal, tal como se comprueba demasiado a menudo ante los pensamientos utópicos y Ja conducta aberrante de tantos intelectuales desencarnados"(7).
La vuelta a la naturaleza sería el retorno a esa situación que añora Rousseau, esa manera de vivir simple, uniforme y solitaria, ese universo en el cual los únicos bienes del hombre son "la comida, una hembra y el reposo", ese estado en el cual el hombre no piensa, pues "el estado de reflexión es un estado contra natura y el hombre que medita es un animal depravado"; en cambio la sociedad transforma al hombre en esclavo, se vuelve débil, temeroso, rastrero y su manera de vivir muelle y afeminada acaba por enervar a la vez su fuerza y su coraje ( 8 ) .
Pero lo que importa aquí es la influencia de estas teorías en la mentalidad y en la conducta de tantos contemporáneos y esto es lo que señala Paulo VI: "la espontaneidad parece ser el derecho fundamental de la acción humana. Triunfa Rousseau. La espontaneidad se ha fomentado, en primer lugar, por las exigencias de la conciencia personal; sin percatarse muchas veces que la conciencia psicológica ha prevalecido sobre la conciencia moral, privando a ésta de su visión sobre la obligación intrínseca y extrínseca que la debe guiar; y ahí la explosión de una libertad ciega, de un instante pasional, de una delincuencia desenfrenada; de ahí, en suma, la abdicación de la voluntad inteligente y verdaderamente responsable" (4 de marzo de 1976).
El texto de Thibon y cierta crítica del Papa alcanzan a ciertas manifestaciones del ecologismo "parcial" que confunden la libertad del hombre con el libre despliegue de su espontaneidad y la degradan así a un nivel animal.
La segunda cuestión se refiere a muchos "retornos" superficiales e infecundos de los hombres de nuestro tiempo.
Porque las "huidas" los fines de semana de la gran ciudad, los viajes, las excursiones, el turismo, no permiten un conocimiento verdadero y por lo tanto la restauración de los vínculos perdidos; no permiten la "asimilación", que requiere una personal, paciente y esforzada tarea, como aquella que realiza el campesino al roturar la tierra y que le permite penetrar en sus secretos.
Con referencia a los fugitivos hebdomarios y a los apresurados turistas, ansiosos de conocer muchas cosas en poco tiempo, de "hacer" países en días, escribe Marcel de Corte: "Basta verlos deambular el domingo en el campo o al borde del mar para comprobar que la naturaleza les es radicalmente extranjera. . . ¿Cómo creer que pueden dejar una traza en las almas esos lugares donde las gentes no hacen más que pasar?"(9).
Se plantean pues en este campo dos grandes problemas: el de la degradación de la naturaleza física, rota su armonía y el de la adecuada reinserción del hombre en una naturaleza recompuesta, como tal y no como mero animal.
Bien señala De Corte: "De jardinero que era en otro tiempo, el hombre se ha transformado en pirata que explota a fondo el suelo, los árboles y la hierba, despilfarra los recursos minerales, puebla de máquinas su existencia, poluciona el aire y las aguas, falsifica su comida y deforma el rostro de la tierra. El contacto del hombre y de la naturaleza, directo, intuitivo, instintivo, semejante a una onda espiritual, ha sido abolido. El hombre no abraza más a la naturaleza como el amante a su bien amada, la viola como a una desconocida. No la fecunda, la esteriliza" (10).
El pirata debe volver a ser jardinero, pero con clara conciencia de que la plenitud humana requiere el respeto al orden natural físico y el ajuste al orden natural moral y de que la ruptura de los vínculos qtie lo unían con la naturaleza es paralela a la quiebra de los lazos que lo unían con los otros hombres en los cuadros orgánicos de las instituciones naturales.
VI.— La actitud ante la naturaleza física.
Hoy se discute la actitud del hombre respecto a la naturaleza física y asistimos a muchos diálogos entre sordos.
Abel Posse, en un artículo titulado "Del paraíso terrenal a la conferencia de Río de Janeiro", sostiene que "hemos alcanzado el sombrío privilegio de destruirnos y, como Sansón, derribar las columnas del templo, que es la Tierra"; la culpa la atribuye a cierta tecnología: "Armamento nuclear y bacteriológico, intoxicación de la biosfera. Recalentamiento. Agujero de ozono. Deforestación criminal: cien especies animales y vegetales desaparecen cada día• . . la destrucción del mundo la estamos obteniendo con la tecnología comercial, salvaje... Es como si nos hubiesen saqueado el palacio de fantasía de nuestras infancias: nacimos cuando era posible la jungla de Salgari y envejecemos en un desierto de asfalto, rock sudoroso y patético y chabacanerías de neón". Signo de este desierto es la Exposición Universal de Sevilla: "una orgía de materiales innobles, un millonario y efímero universo de plástico, lonas, tubos pintados, máquinas de utilería y mamparas rebatibles y descartables. . . Es simplemente la Exportada, un gigantesco decorado tipo Disneylandia, pero sin Pato Donald... es la exposición del vacío espiritual de nuestro tiempo... es el producto de quienes no ven en el universo más que un descomunal bostezo de un Dios ausente".
El problema es el porvenir. Por eso señala Posse que en la conferencia de Río que tiene "un inmanente contenido religioso y teológico, que tal vez los diplomáticos todavía no analizaron debidamente", "se empezará a entrever quién manejará el futuro: o los estadistas capaces de una visión orgánica del desarrollo'y- de lá calidad de vida o esas fuerzas ciegas que están maleando el desarrollo en una pesadilla que se vuelve paradójicamente antihumana" (11).
Ante esto Alvin y Heidi Toffler, en un artículo titulado "El lobby de los tenófobos" sostienen que hay que distinguir entre las tecnologías y que el mundo de hoy necesita más ciencia y tecnología, todo lo cual compartimos; pero luego comienza una diatriba contra los ecologistas fanáticos y falsos cuyo deseo oculto es hacer revivir "los estilos de vida medievales y aun primitivos, como una alternativa frente a la modernidad".
El problema de este matrimonio gira en torno de qué entienden por "natural" y cuál debería ser la actitud de quienes marchan bajo "las banderas verdes" para ser coherentes con sus prevenciones respecto a la tecnología. Un breve texto lo aclara: "la primera tecnología transformadora fue inventada por. . . quien plantó la primera semilla, iniciando así la revolución agrícola y la Primera Ola de cambio social. Nada hay más "contranatural” que la agricultura, por cuanto es un modo de compeler a la naturaleza a obedecernos" (12).
O sea que lo natural sería lo inculto, lo agreste, lo salvaje. Y lo coherente sería recoger entre las malezas los frutos silvestres. Esto es claro, pero falso. El Génesis nos dice que Dios dejó al hombre en el jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase. El pecado le agrega una nueva nota y hace que la relación del hombre con la tierra sea difícil: "maldito sea el suelo por tu causa; con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida. Espinas y abrojos te producirá. Y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan" (3, 17/9).
Ubicado por Dios en la cúspide de la creación visible, el hombre recibe de Dios un mandato: labrar y cuidar por eso la agricultura es natural y no contranatural.
Pero hay varias maneras de realizar la agricultura; como señala Pablo Hary "una es con la mira puesta en el beneficio líquido inmediato. Otra es hacerla hipnotizados por la técnica. Una tercera manera es haciendo uso del buen sentido sin olvidar que la colaboración con el Creador es aquí más estrecha que en otros casos".
No se trata de renegar de la técnica sino de usarla y subordinarla al buen sentido evitando el uso imprudente de insecticidas y fertilizantes. También afirma Hary que "desarticular el orden natural y los equilibrios maravillosamente entrelazados de un organismo vivo es fácil. Pero es peligroso, y aun a veces tentador tomar el riesgo si se opta por transferir el pasivo negativo de la operación a las generaciones venideras cobrando el beneficio inmediato"(13). A este egoísmo el autor opone el respeto por la naturaleza y la solidaridad entre las generaciones.
Las claves de esta agricultura que completa la Creación nos las señala John Seymour: "el verdadero agricultor procurará aprovechar su parcela, no explotarla. Deseará mejorar y conservar el 'modelo' de la tierra: la fertilidad. Observando la naturaleza, aprenderá a cultivar un solo producto o mantener una sola especie animal en un mismo lote de tierra fuera del orden natural de las cosas. Deseará, pues, nutrir a los animales y las plantas de su tierra para asegurar la supervivencia de las más amplia variedad posible de formas naturales, cuya interacción recíproca comprenderá y fomentará. Dejará incluso en su finca algunas zonas incultas, donde puedan medrar formas de vida silvestre. Donde cultive, tendrá siempre en cuenta las necesidades del suelo, estimando los animales y las plantas por los efectos beneficiosos que puedan causar a la tierra. Advertirá, ante todo, que si interfiere la cadena de la vida (de la cual forma parte) se pone él mismo en peligro, porque perturba el equilibrio natural" (14).
Como la naturaleza no es simple sino muy compleja, todo operar sobre ella debe ser cuidadoso y cauto; a veces ella se ríe de las previsiones humanas y los resultados de una acción que no tenga en cuenta todas las circunstancias pueden ser opuestos a lo esperado. Una anécdota de Saint-Exupéry en la Patagonia es ilustrativa al respecto: un campo podía albergar y criar un borrego por hectárea, pero en realidad en cien hectáreas no se podía producir más que 85 borregos porque los lobos mataban el resto. La solución del problema era matar a los lobos. Pero, estupefactos, los criadores advirtieron que en lugar de los cien borregos descontados por las cien hectáreas, el rendimiento bajó a 65. ¿Qué había sucedido? Que los lobos se alimentaban de borregos y de gran número de guanacos. Extinguidos los lobos, los guanacos habían proliferado tan rápido que habían hecho estragos en las filas de los borregos; problema imprevisible, porque en la época de los lobos los guanacos eran tan pocos que no podía concebirse que atacasen jamás a los borregos. Y concluye su reflexión: ¿Cuál será el guanaco de la era del maqumismo? No lo sabemos.
VII.— El cuidado del lugar físico.
El hombre de hoy debe tomar conciencia de que debe cuidar su lugar físico y usar las técnicas apropiadas; pero a la vez que debe poner en su lugar a la "razón racionalista" que aliada con la técnica desorbitada lia logrado: desnaturalizar a la naturaleza y deshumanizar al hombre; uniformar lo variado y distinto; dar la espalda a los grandes valores de la naturaleza creada: estabilidad, ritmo, vida, armonía.
Debe ponerse a la escucha de la naturaleza, entender su mensaje viviente y advertir que "tiene sus misterios y que posee un lenguaje universal que comunica sabias enseñanzas".
Debe defender el paisaje, pues "un paisaje deteriorado es el triste reflejo de una sociedad enferma".
Y para sanar esa sociedad enferma defender el desarrollo armónico de la vida en su totalidad sobre la Tierra. Como señala Heim, "es decir, nuestra cuna, luego nuestra cama, el aire y el agua, el suelo donde duermen las semillas, el bosque donde canta la fauna y el porvenir donde brilla el sol"(15).
Y defender nuestros cursos de agua como el río Reconquista que nuestra Secretaría de Recursos Naturales y Medio Ambiente quiere entubar: "la solución más práctica consiste en entubarlo y convertirlo en el caño maestro de una cloaca". Las palabras de la ingeniera Alsogaray fueron refutadas por anticipado por el arquitecto paisajista Ricardo de Bary Tornquist en un trabajo donde se opone al entubamiento del arroyo Napostá con argumentos de valor general: "uno ya está acostumbrado a ese tipo de aberraciones que consisten en aniquilar o suplantar con hormigón y mampostería, los regalos que nos brinda la naturaleza... Se argumenta que el Napostá está degradado; sería mejor decir: lo han degradado; ¡está enfermo porque lo envenenan! A los enfermos no se los mata ni se los entierra vivos, lo normal es curarlos. ¿Por qué el dinero que se invertirá en sepultarlo vivo no se emplea en impedir, por las buenas o por las malas, que la gente lo envenene? ¿Hay intereses creados?... Sonarán trompetas de gloria el día que se levanten esas infames lápidas, y que los arroyos enterrados vivos resuciten a la luz del sol, a cielo abierto tal como el Supremo Creador los hizo, sus márgenes bordeadas de árboles y flores, su murmullo dialogando con el canto de los pájaros... " (16).
Para defender estos valores algunos ecologistas, sin ser políticos profesionales, ingresan en las lides electorales. Como lo dijo hace años Brice Lalonde en Francia: "No nos equivoquemos. La política no es cosa de nuestro dominio; nosotros nos esforzamos en reconciliar la ciudad con el niño, la calle con el árbol frutal, la computadora con el jardín, la vida con el sueño". Pero para reconciliar la ciudad con el niño, la calle con el árbol frutal, la computadora con el jardín y la vida con el sueño, todo junto, no bastan los reclamos del ecologismo político de nuestros días, parcial e insuficiente.
Contra el hombre "máquina" es bueno recuperar la dimensión biológica del ser humano.
Contra la casa entendida como suma de piezas es bueno recuperar el sentido viviente de la morada y sus relaciones con el medio.
Contra la ciudad que crea alrededor del hombre un medio de vida nuevo que embota la capacidad de sentir, es bueno recuperar la facultad de aprehender la naturaleza física, de poder comprender las fuerzas que se disimulan bajo las cosas. Pero todo esto no basta. Porque el hombre no es un mero ser biológico, porque su morada recibe su pleno sentido cuando constituye el hogar de una familia, portadora de los "humildes honores de las casas paternas", porque la ciudad es el ámbito perfectivo del hombre todo, como ser biológico, político y contemplativo. Por ello escribe Saint-Exupéry: "mi meditación me parecía más importante que el alimento y la conquista. Porque me había nutrido para vivir, había vivido para conquistar y había conquistado para retornar y meditar y sentir mi corazón más vastos en el reposo de mi silencio. He aquí la verdad del hombre. Existe por su alma" (17).
VIII.— El estudio de la morada.
Por todo lo expuesto es preciso que la ecología recupere su sentido etimológico, sea fiel a sus raíces griegas: oikos y logos, abarque en su plenitud el estudio de la casa, de la morada. Es verdad que la ecología como ciencia particular aparece como parte de la biología y su ámbito se extiende a estudiar todos los seres vivos en relación con su ambiente; que luego surge la ecología humana destinada a estudiar, en forma específica, las relaciones del hombre con su contorno y con las demás especies biológicas y que finalmente nace la ecología social como rama de la sociología cuya indagación se dirige al habitat humano, a estudiar las influencias del contorno, de las condiciones ecológicas en los grupos humanos, sin embargo es preciso aclarar que la ecología se refiere a muchos problemas que trascienden lo meramente biológico, planteando cuestiones morales, jurídicas, filosóficas y teológicas, como la reproducción, la inseminación artificial, la fecundación in vitro, la explosión demográfica, la eugenesia, la relación entre la población humana y la producción de alimentos; las consecuencias de la explotación indiscriminada de algunas especies y la quiebra del equilibrio ecológico consiguiente, etc.
Si por el desarrollo del lenguaje y el uso cotidiano del término, fuera muy difícil la recuperación de su sentido etimológico, queda la posibilidad de adoptar el nuevo término "ecosofía" que, desde sus orígenes, incluye en forma expresa no sólo el ambiente natural sino también el ambiente humano abarcando en forma completa e indagado desde ángulos diversos y complementarios.


_____
(7) THIBON, Gustave: "El equilibrio y la armonia", Ed. Rialp, Madrid, 1978, pags. 87 y 90.
(8) ROUSSEAU, Jean Jacques: "Discours sur l'origine et les fondements de l'Inégalité parmi les hommes", en Petits chafs-d' oeuvre de J. J. Rousseau, Ed. Firmin Didot, Paris, 1864, págs. 52, 53 y 56.
(9) "L'homme contre lui même", Nouvelles Editiones Latines, Paris, 1962, pág. 16
(10) Ob. cit. pág." 15.
(11) "La Nación", Bs. As. 1-6-92 pág. 7 y 24-7-92 pág: 9.
(12) "La Nación", Bs. As. 23-8-92, Sección Cultura, pág. 1. Lo más interesante del artículo es el análisis del papel que pueden desempeñar las tecnologías de la "tercera ola" en el proceso de desconcentración y mejoramiento ecológico.
(13) "Agri-cultura y "Completar la creación", en "La Nación", Bs. As., 4-12-85 y 29-9-87. En el primer artículo el autor recuerda a sus antepasados europeos cuyos contratos de arrendamiento llevaban una cláusula de rigor que obligaba a cultivar la tierra como "buen padre de familia", entregándola tan fértil como había sido recibida. Agrega que "ese respeto por la naturaleza y esa solidaridad entre clases sociales y entre generaciones, era una modalidad enraizada en los corazones, en las mentes, en el subconciente, sembrada en los comienzos de la cristianización de Europa". Luego propone cambiar "la mentalidad utilitaria inmediatista a lo Adam Smith por una mentalidad solidaria a lo Carlomagno. Lo cual no significa volver atrás sino volver a la buena senda". Conf. del autor, "Monasterios agrícolas y cultura", en Prudentia Iurls, Bs. As., 1984, XIII, pág. 104 y ss.
(14) "La, vida en el campo", Ed. Blume, Barcelona, 1979, pág. 8.
(15) Prefacio al libro de Raehel Carson, "Le printemps silencieux", Ed. Pion, Paris, 1968, pág. 10.
(16) "La degradación del arroyo Napostá", en "La Nueva Provincia", Bahía Blanca, 3-5-87, pág, 8. El autor figura ejemplar en la defensa del entorno humanizado también refuta las simplificaciones del matrimonio Toffler y nos propone una sentencia como criterio para gobernar la acción en este campo: "Los modelos de desarrollo son creados por economistas. A veces, se anteponen intereses económicos a una visión futura, lo que implica un error y una irresponsabilidad hacia las generaciones venideras. 'Primun non nocere: ¡Primero, no dañar!' Jamás el desarrollo debe significar la destrucción del medio... Los arquitectos-paisajistas, que conocen la vida y la naturaleza, no rechazan el progreso ni proponen el retorno al primitivismo: se limitan a decir que cada hombre y cada etapa exigen un marco para su existencia, que tiene que ser, a la vez, eficiente y bello".

(17) "Citadelle", XXI, en Oeuvres, Ed. Gallimard, París, 1965, pág. 682.

miércoles, 10 de junio de 2015

Ecosofía (2)


III.— ¿Una nueva moral? ¿Un nuevo derecho natural?
Esta reflexión, desde un ángulo iusfilosófico conduce al profesor de Derecho Ambiental de la Universidad de Limoges, Michel Prieur, a considerar que la ecología constituye una nueva moral y a proponer un nuevo concepto del derecho natural. El profesor francés señala que vamos todos a un suicidio colectivo y que la supervivencia del hombre impone el discutir sobre su lugar en el universo. Y la ecología obliga a formular nuevas respuestas. "En el plano moral constituye una nueva moral. . . es un movimiento de naturaleza ética, interviniendo en el doble campo del conocimiento y de la acción. Estudia el determinismo científico y técnico que condiciona el desarrollo de las sociedades modernas y plantea las relaciones entre la naturaleza y la sociedad. Debe meditar sobre las nociones de felicidad y libertad, disociando la felicidad de la abundancia; la felicidad no está en la abundancia. Asociando la libertad y la autonomía; la libertad reside en la autonomía de acción, en pequeñas estructuras, gracias a la autogestión" (2).
El conocimiento y la acción, el determinismo, la ciencia y la técnica, la naturaleza y la sociedad, la felicidad y la libertad, la felicidad y la abundancia, la libertad y la autonomía, no encontramos ninguna temática ajena a la moral clásica, nada que justifique hablar de una nueva moral.
Según Prieur esta nueva moral "en el comportamiento cotidiano puede dar origen a un nuevo derecho natural, limitando seriamente los derechos individuales y los de los Estados. Pues no hay un derecho natural a exterminar una forma de vida, contaminando el aire, el suelo y el agua por un simple uso del derecho de ocupación o del derecho de propiedad. De otro modo parece que hay otro derecho natural, que es el derecho a la existencia a la vez del hombre, de los animales y vegetales. Esta concepción obliga a abandonar la visión clásica y antropocéntrica del hombre en provecho de otro tipo de relación, introduciendo la interdependencia del hombre con los vegetales y los animales" (3).
Este texto merece varias consideraciones. En primer lugar, el profesor francés parece desconocer el derecho natural clásico, según el cual el sentido más importante del término es el derecho como lo justo y no el derecho subjetivo y según el cual lo que le corresponde a cada uno se determina en un orden concreto con referencia al bien común. En este contexto, muy distinto al subjetivista que con seguridad Prieur tiene en mente, es imposible que existan "derechos" al exterminio o a la contaminación. En segundo lugar, no existe un derecho natural común a hombres, animales y vegetales, pues el derecho es un fenómeno exclusivamente humano, ya que sólo los hombres tienen inteligencia para conocer las normas jurídicas y voluntad libre para ser responsables de su comportamiento ante las mismas. En otros lugares nos hemos ocupado del tema (4) , por lo que aquí sólo acotaremos que en este caso el "nuevo derecho natural" es una regresión al estoicismo de Séneca, la metempsicosis de Pitágoras y la palinginesia de Empédocles, todo bien antiguo, a los procesos medievales contra los insectos destructores o al derecho puro de Picard, pintoresco pero hoy obsoleto, como teoría del derecho. En tercer lugar, cabe aclarar que la visión clásica del derecho es antropológica y no antropocéntrica, antropológica porque "por causa del hombre existe el derecho" en palabras de Hermegeniano, pero teocéntrica porque su líltimo fundamento es Dios, la Ley eterna.
IV.— La degradación de la morada física del hombre.
Respecto al envilecimiento de la naturaleza física, tantas veces explotada o destruida en vez de cultivada, el teólogo ortodoxo ruso Bulgakoff habla de la "vampirización" de la naturaleza, resultado de un quehacer humano que altera los cuatro elementos fundamentales: el agua, el aire, la tierra y el fuego.
Los habitantes de Buenos Aires y sus alrededores sabemos por algunas experiencias cotidianas que el teólogo ruso tiene razón. ¡El agua! Empezamos con la contaminación del Riachuelo, continuamos con la destrucción del Tigre, de nuestras riberas más cercanas y acabamos sin poder bañarnos en el río más ancho del mundo. Y hoy, ríos como el Reconquista, son los nuevos bárbaros que nos amenazan con pestes y enfermedades mientras arrastran corriente abajo miles de peces muertos (5).
¡El aire! Llegó Buenos Aires a encontrarse cubierta por una gran nube negra que la envolvía. Algo hemos progresado al eliminarse los incineradores de residuos, pero han multiplicado su actividad muchos productores de gases, humos y polvos, que contaminan la atmósfera ante la pasividad absoluta de una autoridad inexistente; basta caminar por el centro de la Ciudad o por algún barrio populoso para comprobarlo.
¡La tierra! Los "hijos del asfalto" le dan la espalda, seducidos por las "facilidades" y la aparente seguridad de la gran urbe, pero pierden la capacidad de aprehender la realidad de la naturaleza, que requiere el contacto directo con la tierra, con su humus necesario para el desarrollo de la vida vegetal, animal y humana.
¡El fuego! El estroncio 90, liberado en la atmósfera por las explosiones atómicas, vuelve a la tierra con las lluvias, bajo la forma de polvos que penetran en el suelo, que el hombre asimila a través de los vegetales comestibles y que no son precisamente inofensivos, pues como escribe un poeta nuestro, Juan Luis Gallardo:
"Estos gases, sustancia o materia
(estroncio 90)
producen Dios sabe qué males
—trastornos vitales—
"mutaciones genéticas llaman
los sabios de marras
a las pestes que traerá a la Tierra
su estroncio 90"
Pero el mal es universal. Hace unos años nos impresionó un artículo acerca del Mar del Norte, en peligro de "ahogarse". Siete millones de toneladas de basura y 100.000 toneladjas de restos de petróleo son arrojados cada año al mar; debido al exceso de abonos, se multiplican enormemente algas que, a su vez, son devoradas por bacterias, con elevado consumo de oxígeno. Los peces y otros organismos vivos del suelo marino se quedan sin oxígeno. Los pescadores tiran a veces al agua la tercera parte de la pesca porque los peces están cubiertos de úlceras. . . Este mar, es un basurero sin igual en Europa y en el mundo entero (6).
Afortunadamente, en esto los europeos también nos aventajan y en Francia, la Universidad de Lyon nos anuncia el desarrollo de una nueva profesión dedicada al estudio y tratamiento de los desperdicios. La basurología es una disciplina en gestación, cuya denominación resulta irónica ordurologie, pero el basurólogo tiene un amplio campo de acción ante la continua acumulación de tanta porquería.
Entre nosotros, sin pretensiones universitarias, se multiplican los "cirujas", bajo su nueva denominación de "cartoneros"; aparecen con las sombras de la noche, husmean y revuelven las basuras y muchas veces cargan su "botín" en pequeños carros a tracción humana que reemplaza en Buenos Aires a la prohibida tracción animal.
Pero también surgen actividades como la de los cuidadores de perros. Dueños que tienen perros como adorno, encerrados en los límites de un departamento y que no tienen tiempo para sacarlos a pasear ni de ocuparse de ellos, contratan los servicios de un "paseador", que lleva diez o quince perros de diferentes razas, pelajes y tamaños a los cuales controla con dificultad y que utilizan como baños las veredas.
Son los resultados de la civilización de lo fungible; del úselo y tírelo; del egoísmo individualista que no se preocupa por los otros; cosas comunes, animales, personas se convierten en meros objetos de sus caprichos; del subjetivismo que no respeta los derechos de los demás.



_____________
(2) "Reflexión teórica sobre los principios de la legislación ambiental", en Ambiente y futuro, Ed. Fundación (Manliba, Bs. As , 1987, pág. 31. 
(3) Ob. cit., pág. 32.
(4) "El sujeto del derecho ¿podría hablarse de un derecho de los animales?", en Universitas, Bs. As., 1969 N? 10 y "Curso de derecho natural", 4» Ed., Abeledo Ferrot, Bs. As., 1986, págs, 270-271.
(5) "Clarín", Bs. As., 22-8-92, págs. 28 y 29. Cabe agregar que serios estudios han llegado a la conclusión de que ese río es capaz de sanearse sólo si deja de ser contaminado; lo mismo respecto a la re cuiperación del río Wilamed, en el Estado de Oregon, Estados Unidos, ya concretada, manifestaron los profesores John Bonine y Patrick Me Gimley en "La Nación", (revista Nº 1.210), Bs. As. 20-9-92, pág. 42 y ss.

lunes, 8 de junio de 2015

Ecosofía (1)


Iniciamos hoy la publicación de un breve ensayo del Dr. Bernardino Montejano sobre la Ecología considerada desde el derecho natural y cristiano. Esperamos sea de utilidad para contrarrestar la marea de confusiones que seguramente inundará la web en los próximos meses.


ECOSOFIA: LA MORADA DEL HOMBRE

"¡Oh, ciudadela, mi morada, te
salvaré de los proyectos de la
arena y te ornaré de clarines a
tu alrededor para sonar contra los
bárbaros".
Saint-Exupéry
I.— El ecologismo integral.
Hace poco más de diez años participamos en un simposio organizado en Buenos Aires por OIKOS, Asociación para Ja Promoción de los Estudios Territoriales y Ambientales, acerca del tema: "La conservación del patrimonio material y espiritual de la Nación", el cual fue considerado en múltiples aspectos. Y al comienzo de nuestra conferencia titulada: "La conservación de las instituciones naturales o el ecologismo integral", nos formulamos dos preguntas que hoy podemos reiterar junto a sus respuestas: conservar ¿para quién? y ¿por qué?
Conservar los suelos, la flora, la fauna, los ambientes naturales, el potencial energético, los ambientes humanizados, la cultura, la hispanidad, el acervo historiográfico e histórico-artístico, las instituciones naturales, la tradición y la fe para el hombre, para el hombre argentino del siglo XX, pues la temática del simposio es refería a nuestro patrimonio nacional.
Conservar porque el hombre de nuestro tiempo, en especial el que vive en las grandes concentraciones urbanas, debe tomar conciencia de que muchos de los males que lo aquejan, en especial su desvitalización, se originan en una doble ruptura de vínculos, de lazos que urge restaurar para que el hombre pueda crecer a través del desarrollo de sus potencialidades; vínculos que lo unen con la naturaleza física y con sus contornos institucionales, enriquecidos por la tradición espiritual y cultural.
Y ante el ecologismo parcial, entonces y hoy tan en boga, que se limita a defender el orden natural físico y a reclamar la adecuada reinserción del hombre en el mismo, levantamos la bandera del "ecologismo integral" que sin desconocer la necesidad de esa reinserción, señala la necesidad paralela de restaurar los vínculos que unen entre sí a los hombres en las instituciones naturales y el ajuste a la ley natural moral en el ámbito individual, familiar, social, económico y político.
II.— La ecosofía.
Desde entonces, se observa que la concepción amplia de la ecología, con distintas denominaciones, se manifiesta cada vez más.
El Papa Juan Pablo II, ya en su primera encíclica "Redemptor hominis" del año 1979 había mostrado su inquietud por el tema. El hombre teme que algunos de sus productos puedan convertirse en medios e instrumentos de una auto destrucción inimaginable. A su vez cierto desarrollo incontrolado de la técnica amenaza el ambiente natural del hombre, quien no percibe en ese ambiente otros significados que aquellos que sirven a los fines de uso inmediato y de consumo. En cambio era voluntad del Creador que el hombre se pusiera en contacto con la naturaleza como "dueño" y "custodio" inteligente y noble, y no como "explotador" y "destructor" sin ningún reparo. Para el Papa este es un "signo de los tiempos" y no precisamente positivo.
En su encíclica "Sollicitudo rei socialis" del año 1987, vuelve sobre el problema al hablar del respeto que el desarrollo debe tener por el cosmos. El dominio del hombre sobre la naturaleza visible tiene sus límites, impuestos por el Creador desde el principio y expresados simbólicamente con la prohibición de "comer del fruto del árbol" (Génesis: 2,16). Y propone tres consideraciones: tomar mayor conciencia de que no pueden ser utilizados impunemente las diversas categorías de seres, vivos o inanimados —animales, plantas, elementos naturales— como mejor apetezca, según las propias exigencias económicas. Al contrario, conviene tener en cuenta la naturaleza de cada ser y su mutua conexión en el cosmos: considerar la limitación de los recursos naturales, algunos de los cuales no son renovables; usarlos como si fueran inagotables, pone en peligro su futura disponibilidad y considerar las consecuencias de cierto tipo de desarrollo sobre la calidad de vida de las zonas industrializadas; la contaminación del ambiente y las graves consecuencias sobre la salud de la población.
Finalmente, en su encíclica "Centesimus annus" del año 1991, habla de "ecología humana". Allí señala que en la insensata destrucción del ambiente natural hay un error antropológico. El hombre olvida que su trabajo se desarrolla siempre sobre la base de la primera y originaria donación de Dios, El hombre suplanta a Dios y provoca la rebelión de la naturaleza. Pero más grave aún es la destrucción del ambiente humano. Mientras nos preocupamos justamente, aunque mucho menos de lo necesario, de preservar los "habitat" naturales de las diversas especies animales amenazadas de extinción, nos esforzamos muy poco por salvaguardar las condiciones morales de una auténtica "ecología humana", cuya primera estructura fundamental es la familia que hay que volver a considerarla como el santuario de la vida. También destacaba el papel del Estado que debe proveer a la defensa y tutela de los bienes colectivos, como son el ambiente natural y el ambiente humano, cuya salvaguarda no puede estar asegurada por los simples mecanismos de mercado. Es que hay bienes que están fuera del comercio y que "por su naturaleza, no se pueden ni se deben vender o comprar".
Un psicoanalista y escritor francés Félix Guattari después de señalar que "la mayoría de los ecologistas todavía no tomaron conciencia de la necesidad de operar una unión entre la ecología ambiental, la ecología social y la ecología mental", propone el término ecosofía, "cuya perspectiva sería la de nunca mantener separadas las dimensiones materiales y morales de los problemas considerados. Habría que tener en cuenta, hoy en día, que no son sólo las especies animales y vegetales, los paisajes naturales, los que están amenazados. También lo están las especies culturales... morales y existenciales".
Más allá de las discrepancias que tenemos con la terminología y ciertos contenidos del autor francés, nos parece ajustado el término propuesto: ecosofía, visión, intelección, reflexión acerca de la casa, de la morada del hombre.

_______

(1) "Hay que crear un nuevo eje progresista", en Le Monde y Clarín, 7-7-92.