martes, 29 de septiembre de 2015

Algo sobre el platonismo político

Muchos discuten acerca de la eticidad del Estado o de sus leyes o instituciones, a través de las premisas teóricas o las interpretaciones  filosóficas que se dan. En este caso, sería necesario hablar de la eticidad de las teorías y de las premisas, y no de otra cosa.
En verdad, no porque J.J. Rousseau opinara que la sociedad política es de origen voluntario, por un pacto tácito o expreso, por ello los estados modernos que en su ordenamiento presuponen de algún modo el pensamiento de Rousseau son -de hecho- sociedades voluntarias. Ni porque los ordenamientos políticos actuales sean interpretados como fundándose en la soberanía popular, por ello la autoridad política ha perdido su verdadera característica de voluntad. Nadie dirá que el sufragio universal sea inmoral, porque aquellos que lo sancionaron por ley partieron del presupuesto que la autoridad política reside toda y sola en el pueblo.
Se necesita, por tanto, distinguir entre el presupuesto erróneo o inmoral de leyes singulares y la objetiva inmoralidad de las leyes mismas; entre la errónea o la inmoral teoría del Estado y el influjo que tal teoría ejerce sobre quienes la actualizan en prescripciones concretas.
De esto se deduce que para hablar de eticidad del Estado es necesario distinguir y precisar: el Estado tiene ya su eticidad fundamental en cuanto sociedad natural ordenada a un fin natural, esto es, el bien común o bien social; que las leyes y prescripciones concretas del Estado serán morales, si están ordenadas a este bien; que toda moralidad se resuelve en aquella que es individual, donde reside la responsabilidad por los actos y la conciencia de estos.
Es superfluo agregar que todo esto se encuentra en las antípodas del Estado ético de Gentile, sea como concepción metafísica, sea como valor moral.
Tomado y traducido de:
L. Sturzo. L'ETICITA' DELLO STATO. Publicado en: Rivista di autoformazione, nov.-dic. 1929.

6 comentarios:

Juancho dijo...

Se puede preguntar a cuento de qué viene esta entrada? A cual hecho o situación se puede aplicar?

Acudo al espíritu docente de los Info-Caóticos.

Agradecido,

Juancho.

Redacción dijo...

Se dice en alguna bitácora que el votar “conspira” (sic) contra el Octavo Mandamiento. No sabemos qué autoridad docente tiene ese blog en cuestiones morales. En cualquier caso, la Iglesia no enseña tal cosa desde el siglo XIX hasta el presente. Y la clave para comprender por qué la Iglesia no lo enseña está en esta entrada. Así, por ejemplo, si el código civil nazi dijera que los padres deben alimentar a sus hijos, tal deber sería moralmente honesto con independencia de la ideología nacionalsocialista que inspirase al legislador.

Walter E. Kurtz dijo...

Más allá de la opinión del P. Luigi Sturzo, que no es santo de mi devoción (antes que alguien recurra al argumento ad hóminem), el problema no creo que sea justamente de un platonismo político, sino más bien de una concepción kantiana de la política (concepción que ha impregnado innegablemente el nacionalismo en sus orígenes y que se arrastra, de alguna manera, hasta hoy).

Un tomista (y un agustiniano) sabe que perfecto es sólo Dios y que en este mundo sublunar sólo hay grados de perfección o, si preferimos hablar metafísicamente, hay una participación de esa perfección. Y así como el error o la mentira manifiesta repelen el intelecto, también en regímenes perversos se pueden encontrar verdades participadas. Más aún, como dice el Aquinate, la ley positiva convencional (la que no se deriva directamente de la ley natural) obliga en conciencia.

Cf. STh I-II, q. 93, a. 2.




Walter E. Kurtz dijo...

Para el último párrafo, cf. STh I-II, q. 96, a. 4.

Juancho dijo...

Gracias por la aclaración, crystal clear.

Juancho.

Jorge Rodríguez dijo...

Pienso que Jesús no vino a predicarnos un modelo de Estado. Por lo tanto, mientras el modelo de estado que adoptemos no vaya contra la religión verdadera no debería haber conflicto.
Por otro lado, no creo que los distintos modelos de estado, utilizados a lo largo de la historia, sean intrínsecamente malos. Es el ser humano que, en su maldad, convierte en malo a cualquier sistema organizativo de la sociedad. Por eso el verdadero cristiano siempre ha tenido que estar cuidándose del Estado.