lunes, 12 de junio de 2017

¿Qué aspecto tendrá la Iglesia del año 2000?

En 1969, el entonces sacerdote y profesor de teología Joseph Ratzinger, emitía una serie de charlas en un programa radiofónico de su país. En 1970, se publicó un libro de cinco capítulos con estas charlas, traducido al español bajo el título «Fe y futuro». Una de las cuales se titula como esta entrada, y puede leerse completa aquí. Vamos a dar una síntesis de esa charla, con alguna modesta crítica a uno de sus puntos.
1. El teólogo no es un adivino y tampoco un futurólogo. Ha de ser cauto con los pronósticos. No obstante, puede vislumbrar el porvenir de la Iglesia, siempre que tenga en cuenta las limitaciones  que determinan el abismo del ser humano y el abismo más profundo de Dios.
2. En épocas de crisis, el hombre necesita reflexionar sobre la historia: una mirada retrospectiva al pasado, y, a partir de ahí, la reflexión sobre las posibilidades del  porvenir. La mirada retrospectiva no permite predecir el futuro, pero sí aminora la ilusión de lo completamente único, de creer que se vive un presente absolutamente original.
3. Nuestra actual situación eclesial es comparable, en primer lugar, al período del llamado modernismo, a principios de siglo; y también al final del rococó, apertura definitiva de la edad moderna con la ilustración y la revolución francesa.
4. El futuro de la Iglesia, según Ratzinger, no vendrá de aquellos que
- sólo dan recetas,
- sólo se acomodan al instante actual,
- critican sólo a los otros y se aceptan a sí mismos como norma infalible,
- sólo escogen el camino más cómodo, evitan la pasión de la fe, y tienen por falso y superado todo lo que exige al hombre, lo que le duele, lo que le obliga a renunciar a sí mismo.
Vendrá de la fuerza de aquellos que tienen raíces profundas y viven de la plenitud pura de su fe. Digámoslo positivamente: el futuro de la iglesia, también ahora, como siempre, ha de ser acuñado nuevamente por los santos.
5. El discurso vacío del progresismo inmanentista. Hay quienes profetizan, y hasta alientan, una Iglesia sin Dios y sin fe. No necesitamos una iglesia que celebre en «oraciones» políticas el culto de la acción. Nos es completamente superflua y perecerá con toda espontaneidad. Permanecerá la Iglesia de Cristo. La iglesia que cree en el Dios que se ha hecho hombre y nos promete vida más allá de la muerte. Del mismo modo, el sacerdote que sólo es un funcionario social, puede ser sustituido por psicoterapeutas y otros especialistas. Pero el sacerdote que no es especialista, que no se está mirando al espejo al dar asesoramiento ministerial, sino que, a partir de Dios, se pone a disposición de los hombres, que está a su servicio en su tristeza, en su alegría, en su esperanza y en su angustia, éste seguirá siendo muy necesario.
6. Triunfalismo y derrotismo. Tal vez este punto [página 6 y ss.] sea uno de los más polémicos del escrito de Ratzinger. Nos recuerda algunas reflexiones de Danielou, que publicamos en una entrada bajo el título ¿Cristianismo de masas o de minorías? La Iglesia del porvenir ¿será de masas o de élites? El pronóstico de Ratzinger se inclina por la segunda posibilidad. Además, vislumbra una Iglesia cada vez menos relevante en la sociedad. Esto es cada día más un hecho notorio. Pero «de la forma dada a la sociedad, conforme o no a las leyes divinas, depende y se insinúa también el bien o el mal en las almas» (Pío XII). Por tanto, estamos ante un mal social objetivo, que siempre habrá que lamentar y por cuyo remedio habrá que trabajar, sin desesperar si no se logra un resultado visible. En este punto el escrito de Ratzinger no parece deplorar suficientemente esta triste realidad. Cierto que puede haber Iglesia sin Cristiandad; que sólo la pertenencia a la primera es necesaria para la salvación; y que mientras la Iglesia es indefectible, la Cristiandad no lo es. Pero no menos cierto es que la destrucción de un orden social cristiano es una circunstancia lamentable, en la medida en que disminuye importantes facilidades sociales para que los hombres se salven.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Espléndidas reflexiones de Ratzinger. Si no deploró suficientemente en su momento la desaparición de la Cristiandad de nuestro tiempo, tal vez será porque ni él mismo imaginó un escenario tan esperpéntico como el que vivimos, pero no por eso deja de tener razón en todo lo que afirma. Al fin y al cabo, la divina promesa sigue en pie y sólo eso parece bastarle. Por otra parte, el libro de Daniélou "¿Cristianismo de masas o de minorías?" remite a otro texto suyo, "La oración. Problema político". El hecho es que los libros de Daniélou no son fáciles de encontrar (¿caso de fama mancillada por una muerte acaecida en extrañas circunstancias y que tan bien supieron aprovechar sus hermanos de religión?). En internet pude encontrar digitalizado el primer libro mencionado, más el segundo, ni por asomo. ¿Alguno sabría decirme si es posible hallarlo en las verdes praderas?

Saludos cordiales y gracias por la entrada.

Francisco

Anónimo dijo...

De Ratzinger se pueden decir muchas cosas pero no es posible negarle una visión penetrante de las cosas.-