domingo, 29 de octubre de 2017

Individualismo y Devotio moderna


Tal vez alguno suponga que la crítica a la Devotio moderna es una frivolidad «neomodernista» de L. Bouyer, un invento «sedevacantista» de C. Disandro, un exabrupto de A. Caponnetto, una deriva «liberal» de F. Arocena, etc. En realidad es una cuestión tratada por numerosos historiadores de la liturgia y la espiritualidad tanto anteriores como posteriores al Vaticano II. En este punto se observa una pacífica «continuidad».
En una entrada precedente transcribimos unas páginas de F. Arocena (aquí), como muestra de la crítica post-conciliar a la Devotio moderna. Ofrecemos hoy nuestra traducción de las páginas de un manual publicado en 1941 -seis años antes de la Encíclica Mediator Dei- que esperamos sirva como ejemplo de crítica pre-conciliar.  
Cabe anticipar la conclusión del autor: uno de los rasgos de la Devotio moderna es su individualismo, del cual se sigue el poco aprecio por la Liturgia. Lo que el autor difícilmente pudo prever en la década de 1940 es cómo la difusión de esta mentalidad debilitaría los anticuerpos eclesiales para resistir a la reforma litúrgica de Pablo VI. 
La reforma litúrgica, emprendida por el Concilio de Trento y llevada a cabo por los Papas subsiguientes, logró corregir los libros rituales y establecer la unidad de la Liturgia en todo Occidente, pero no pudo restaurar la Liturgia como fuerza vital por excelencia del catolicismo. Sin dudas, la Liturgia conserva en el siglo XVI la misma virtud santificadora con la que regeneró otrora la sociedad pagana y después a las masas bárbaras desencadenadas sobre Europa. Pero desde el siglo XIII la sociedad porfiaba en sustraerse de la influencia benéfica de la Liturgia, para aislarse en una piedad individualista, desembarazándose de todos los ritos sensibles así como de otros tantos obstáculos para entrar directa e inmediatamente en contacto con Dios.
Esta tendencia es singularmente favorecida por el protestantismo, enemigo radical de la Liturgia.
«Los artículos, en apariencia numerosos, del programa de los autores de la Reforma se reducen a un concepto central: unir inmediatamente al hombre con Dios, por la supresión de todos los intermediarios que pretenden interponerse entre estos dos términos. Fue necesario, en realidad, esperar hasta el final del siglo XVIII para ver a los sucesores de Lutero sacar de esta idea sus últimas consecuencias. Sin embargo, el principio había sido puesto desde el origen. Donde el católico encuentra medios de ir a Dios, el protestante ve obstáculos que traban el ascenso de su alma. El dogma, la tradición, los marcos de una sociedad visible, el magisterio, el sacerdocio, los sacramentos, los ritos, en suma, todas las “instituciones” que caracterizan a la Iglesia “romana” son condenadas a desaparecer como un peso muerto, que la religión arrastra detrás de sí, como una ganga que debe extraerse del oro de la verdadera fe, como un capullo muerto e inerte, reliquia congelada del largo invierno medioeval, donde el espíritu, llegado a su pleno estío, se apresura a desplegar las alas a fin de emprender vuelo hacia el ideal» (1).
Esta guerra promovida contra las «instituciones romanas», más claramente, contra la Liturgia católica, con su Jerarquía, Sacrificio, Sacramentos, Sacramentales, Oficio, se deduce lógicamente del principio fundamental del protestantismo. Si la justificación es efecto exclusivo de un acto «de fe sin obras»; si para agradar a Dios basta con aparecer revestido del manto de méritos de su Hijo, Jesús; si para leer los pensamientos divinos basta abrir la Escritura e interpretarla a su talante; si, en una palabra, la salvación es un negocio estrictamente privado, que se trata a solas con Dios, ¿para qué el estorbo de la Jerarquía y la complicación de ritos inútiles y hasta nocivos?
León X y el Concilio de Trento pueden condenar uno a uno los errores luteranos; las iglesias particulares pueden sacrificar sus propias liturgias para unirse más estrechamente a la Iglesia-Madre y defender las «instituciones romanas» de los ataques de la herejía, celebrándolas con un espíritu social llevado hasta el punto de la uniformidad de palabras y gestos; el protestantismo, más precisamente, el individualismo protestante, no por eso dejaría de infiltrarse en el campo de la piedad cristiana. La devoción particular se intensifica cada vez más, ora inspirándose en la liturgia, ora, lo que es más frecuente y desastroso, yendo en contra de la espiritualidad litúrgica. Es de esta época, en efecto, que datan los Manuales de piedad y Libros de meditación, que se cubrirían de mayor gloria y producirían más frutos de santidad si se asociaran los esfuerzos individuales de los fieles para la celebración en común de esa obra realmente social –negación de las falsas aserciones protestantes-, que es la Liturgia. 
La historia de la conversión de los benedictinos de Caldey (comunidad nacida en el protestantismo, desarrollada en el protestantismo y traída hace pocos años (1912), de la mano de la Liturgia, al seno de la Iglesia romana), demuestra que, si la sociedad del siglo XVI, fiel al catolicismo, hubiese sacudido la devoción individualista y entrado en las catedrales, para celebrar en ellas con la Jerarquía la solemne Liturgia de otros tiempos, por cierto, habría aplastado, desde luego, la cabeza de la serpiente…
Pues es precisamente porque la sociedad se siente incapaz de tal reacción, que la serpiente infiltra en los fieles el veneno del individualismo, hoy protestante, mañana jansenista, luego racionalista.
Tomado y traducido de:
Coelho OSB, Antonio. Curso de liturgia romana. Tomo I, pp. 231-232 (disponible, aquí).

1 comentario:

Lhd dijo...

Estimados:
Interesante. Tengo un ejemplo actual que lo sintetiza todo: en plena elevación de la Hostia en la Santa Misa (rito sacrificial) una fiel se acerca hasta el costado del altar para tocar una imagen (¡ni siquiera una reliquia! pero para el caso da igual)de uno de esos santos "populares" (pobre santo, no es culpable de ello, de la "devotio" moderna que le tienen a él), hecho lo cual, con total prescindencia del Misterio que se estaba realizando (el 'Santo de los santos' haciéndose presente entre nosotros), se retira sin más. Sin duda, hay mala formación pero me inclino más por ese individualismo protestante que ya ha calado y mucho entre los católicos. A lo que se suma (otro tema conexo) el "romanticismo" (claro en las 'cadenas de oración', frases con seudo contenido religioso o auto ayuda, etc). Saludos